Lo más triste del desarrollo de Colombia es que nos ilusionamos cuando nos presentan una ambiciosa licitación que sacará a la infraestructura nacional del subdesarrollo en buena parte.
Pero una vez empieza la ejecución de las obras, ésta se convierte en un calvario de desilusiones, que algunas veces termina en eternos tribunales de arbitramento.
Lo que faltaba es que la renovación del Aeropuerto Eldorado se siga aplazando, y que la lentitud en las obras civiles traiga consecuencias para terminales aéreos satélites como el de Medellín.
No está bien que los concesionarios digan sin sonrojo que las obras de Eldorado no se verán finalizadas para el 2012 como estaba previsto, sino que tardarán unos años más.
Más que una crisis en la infraestructura, vivimos una crisis en el ajuste de cronogramas de las obras que tanto necesitamos.
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