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El drama migratorio de tres hermanas

16 de julio de 2009
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Una lucha constante entre la esperanza y la desesperación por mejorar sus condiciones de vida es la que viven las hermanas Rodríguez. Raquel, Verónica e Irma, las tres de origen mexicano, decidieron emigrar a Estados Unidos.

Las vicisitudes, inconvenientes y contrastes de esta decisión cambiaron el rumbo de sus vidas. EL COLOMBIANO tuvo acceso a las historias de estas tres mujeres que, en situaciones completamente distintas, luchan por salir adelante.

Raquel es afortunada porque consiguió, de manera legal, su residencia, lo que para ella ha sido toda una bendición. Vive en San Antonio (Texas) con su esposo y tres hijos y aprovecha las ventajas de ese país.

"Aquí tenemos todo lo que en México no pudimos tener. Trabajo y dinero para estar bien. No nos falta nada gracias a Dios y más que todo el trabajo que es lo principal. Por eso decidimos venirnos para acá, para tener una vida mejor", relata.

En cuanto a la educación de sus hijos manifestó que les han "enseñado a ser buenos hijos, que todo sea por bien de ellos, ya que uno no pudo ser algo que ellos sí lo sean. Que sean buenos más que todo, no drogas, puro deporte".

A Raquel le gustaría que sus hermanos fueran a trabajar a Estados Unidos porque sus condiciones en México no son las mejores.

"Que bueno que todos pudieran arreglar, que pudieran ir y venir. Venir a trabajar más que todo, trabajo tienen pero ganan el equivalente a 80 dólares a la semana y con eso se vive muy pobre".

La otra cara
Sin embargo, Verónica, quien junto con su esposo se encuentra de forma ilegal en territorio estadounidense, cuenta una historia diferente y espera que el gobierno de Barack Obama apruebe una reforma migratoria que le de tranquilidad.

Dice que cuando su suegro murió en México les fue imposible a ella y a su esposo asistir al sepelio, situación que deprime mucho a su compañero.

"A veces se pone triste porque no pudo estar ahí en esos momentos y mirarlo por última vez", recuerda.

Ellos se levantan todos los días con el temor de ser deportados y aceptan trabajos muy por debajo del mínimo legal. Los consuela saber que hay miles de personas en su misma situación.

"No creo que seamos los únicos. Habrá más gente que ha pasado por lo mismo o por algo similar, gracias a Dios no nos ha tocado el proceso de deportación. Todos estamos esperando que los políticos voten por el proceso de legalización o algo así y que Dios les ablande los corazones a esos señores para poder reunirnos con nuestros familiares allá en México", dijo Verónica.

La que vive la más cruda realidad es la tercera hermana, Irma, quien después de permanecer durante varios años en E.U. se dio por vencida y regresó a Monterrey (México). Allí vive en una pequeña casa de ladrillo, alejada de sus hijas y trabajando en un bar local como mesera.

"Me gustaría tener la posibilidad de volver, ir y venir sin ningún problema. Tengo el sueño de volver a ver a mis hijas y saber que están bien".

Con la voz cortada Irma agregó "me gustaría visitarlas, ayudarlas en todo lo que pudiera, por eso le ruego a Dios que me ayude y me pueda reunir con mis dos hijas".

La historia de la familia Rodríguez se repite en los hogares de millones de inmigrantes a quienes alcanzar el sueño americano se les convirtió en la peor pesadilla de sus vidas.

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