Cuando la muerte le llegó a su dueño, con la guadaña se llevó también el negocio. Virgen del Carmen, restaurante y taller de arte, ya no es más el refugio para los amantes de la plástica; si acaso lo es para el olvido y el estigma de ruina y sombras que se aloja tras las cortinas metálicas cerradas o a media altura del local a la vera de la vía a la represa de La Fe.
Ni una oración que elevó hace casi seis años monseñor Ricardo Tobón, fue suficiente remedio para el negocio, que para algunos arrastra una marca de desdicha. El entonces obispo de la diócesis Sonsón-Rionegro y hoy arzobispo de Medellín estuvo en la inauguración, el 16 de julio de 2007, cuando, Carlos Alberto Calle puso el sitio en manos de la Virgen.
"El sitio estaba estigmatizado. Lo que hice fue adelantar un proceso con la comunidad y encomendárselo a la Virgen del Carmen, de quien he sido devoto", dijo en su momento el patrón que desde hace tres años hace falta en el negocio, que fuera su sueño de un lugar para el encuentro y la promoción de jóvenes artistas.
Seis telas pintadas con tal colorido resisten contra el abandono y todavía le dan algo de vida a la fachada, robando la mirada de los viajeros, que sin ellas solo encontrarían paredes desteñidas y marcas de humedad.
Al interior, cientos de cuadros y de cerámicas pintadas a mano de El Carmen de Viboral y de Barichara, se mantienen exhibidas sin comprador.
—Todo está inventariado, desde que entró en sucesión —explica Albeiro de Jesús Gómez, el mayordomo durante los últimos nueve años. Él, su esposa y una perra fiera, pero diminuta, cuidan de los tesoros que quedaron allí, a la espera de que un remate les ponga valor algún día.
Explica que la exesposa del difunto no tiene interés por revivir el negocio, y la hija, heredera, es menor de edad.
De tiempos pasados
—Bajábamos de El Retiro, y parábamos a tomar unos aguardientes y una picada. Juan, El Mago, nos echaba las cartas. —Aunque prefiere no revelar su nombre, un habitante de la zona, recuerda otros tiempos, cuando compartía con amigos en aquel sitio, que en sus comienzos se llamó Rancho Viejo y más tarde La Tienda del Mago.
—Yo no podía ir, porque no estaba bien que a la niña de la casa la vieran en un bar —con una sonrisa, una amiga de aquel vecino revive también sus años de juventud.
Más allá del señalamiento familiar a una jovencita, varios habitantes coinciden en fundar la mala fortuna del sitio en la presencia de personajes relacionados con la mafia.
—De un día para otro, llegaban carros lujosos, extravagantes y fiestas... hasta ahí llegué yo —señala uno de los visitantes del reconocido estadero, que duró allí 20 años.
El propio mago, Juan Diego Botero, que con su carisma, algunos trucos y la lectura de la suerte en las cartas, le dio vida al negocio, recuerda la época en que "los jefes" comenzaron a frecuentar el sitio por el reconocimiento que tenía.
—A ellos les gustaban los sitios buenos y visitados por mujeres muy bonitas, como las que venían aquí —señala.
La decadencia de la mafia trajo cambios. El lugar se convirtió en un estadero más popular y al final El Mago terminó por venderlo.
Algunas de aquellas historias perduran, incluso mentando a Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha, así como tampoco faltan cuentos de espíritus.
—En nueve años, nunca he sentido fantasmas —cuenta el mayordomo—. Una cocinera sí dijo que una madrugada sintió que le dieron una palmada en la nalga. No vimos a nadie.
Lo cierto es que varios nombres y razones sociales ha tenido ese caserón, hoy de puertas cerradas, entre su apogeo como La Tienda del Mago y su última temporada como Virgen del Carmen. La Quinta, Zaragoza, Bilboard, Al anca, Mi Guadalupe, Liverpool y La Doctora del Escobero, han sido algunos de los negocios que se han alojado allí, sin perdurar, aunque algunos tuvieron relativo éxito.
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