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El éxtasis de mi propio silencio

  • Ernesto Ochoa Moreno | Ernesto Ochoa Moreno
    Ernesto Ochoa Moreno | Ernesto Ochoa Moreno
06 de mayo de 2011
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La primera ley espiritual del éxito, según Chopra, en su ya clásico libro, es una convocatoria al silencio, a la meditación, a la contemplación.

Y para la aplicación de esta ley, que el autor llama de la potencialidad pura, se recomienda, entre otras cosas, destinar un tiempo todos los días para estar en silencio, "limitándome sólo a ser".

"Me sentaré solo a meditar en silencio por lo menos dos veces al día, aproximadamente durante treinta minutos por la mañana y por la tarde".

Por lo demás, aconseja también Chopra, dedicar un tiempo todos los días "a estar en comunión con la naturaleza y ser testigo silencioso de la inteligencia que reside en cada ser viviente".

"Me sentaré en silencio a observar una puesta de sol, o a escuchar el ruido del océano o de un río, o sencillamente a oler el aroma de una flor. En el éxtasis de mi propio silencio, y estando en comunicación con la naturaleza, disfrutaré el palpitar milenario de la vida, el campo de la potencialidad pura y la creatividad infinita".

Es un lenguaje contemplativo, común a todas las espiritualidades, en todas las religiones, pero que para muchos católicos suena novedoso, no obstante ser una doctrina que ha alimentado la vida interior de sus grandes místicos.

De donde se podría deducir que nuestro pueblo, cristianizado hace más de quinientos años, ha estado huérfano de un verdadero apostolado de la espiritualidad. Ha sido una falla de la evangelización de América, que aún persiste.

Se explica entonces que, por un lado, la presencia de sectas extranjeras desarraiguen tan fácilmente el sentido de pertenencia a la Iglesia y, por otro, se busque satisfacer la sed de interioridad con concepciones y filosofías prestadas de otras culturas.

Como sea, lo que se quiere poner de relieve es la importancia de una actitud contemplativa no sólo para una auténtica vivencia religiosa, en cualquier credo, sino también para lograr la serenidad y el apaciguamiento interior.

Y esas dos prácticas: silencio y meditación, son fundamentales. Entendidas no al amparo de un falso pietismo y un fofo sentimentalismo religioso, sino con la hondura de la vivencia mística.

Quien haya leído a santa Teresa y san Juan de la Cruz, por no mencionar sino a dos de los más grandes exponentes de la espiritualidad católica, sabe que no es nuevo eso de la contemplación, el silenciamiento, la oración de quietud, la mirada amorosa, la unión mística.

Que se suele dar dentro de una fe religiosa, llámese budismo, protestantismo, catolicismo, islamismo, judaísmo. Es peligroso caer en el limbo de una espiritualidad sin religión. Entendida la religión no simplemente como confesionalidad o credo, sino como relación con Dios. Relación de amor, por más señas.

Es siempre, pues, bienvenida, la invitación al silencio, a la contemplación.

De la mano de Chopra o de los grandes místicos católicos, que deberían ser, por parte de los encargados de hacerlo, más difundidos y enseñados a una sociedad sedienta de espiritualidad.

Contemplación y silencio, porque en esta Colombia catecúmena y en muchos aspectos seudocristiana, lo que nos está matando es el ruido, la superficialidad, la batahola, la verborrea, el miedo a encontrarnos a solas en el éxtasis de nuestro propio silencio.

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