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El juego, apuesta al vacío (y II)

02 de octubre de 2008
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Esa fuerza invisible que es el azar, no sólo irrumpe para la desgracia sino que también actúa en los momentos cruciales de los seres humanos, cuando la muerte es la única alternativa que la vida ofrece al individuo.

Eso le pasó a Fedor Dostoievski, el escritor ruso, autor de El jugador, cuando iba a ser fusilado en 1849 por sus ideas socialistas. Algo que él nunca supo explicarse, hizo que la pena máxima le fuera conmutada por el destierro en Siberia.

Pero no fue sólo tal experiencia lo que inspiró a Dostoievski para explorar y explotar literariamente los alcances de eso que llaman destino: su relación con el juego fue otra faceta de ese vínculo que lo unía con aquello que no se ve pero que se siente. El creador de Crimen y castigo y Los hermanos Karamazov, fue otro jugador irredimible de la ruleta, práctica que lo llevó a la ruina e incluso a vivir fuera del país para huirles a sus acreedores.

A tal punto llegó su situación económica, que acordó con un editor pagarle el préstamo que éste le hizo, cediéndole todos los derechos de su obra si antes de un año no le entregaba una nueva producción. Dos meses antes, Dostoievski le presentó El jugador -1866-, su historia contada a través de Alexei, quien en uno de los tantos momentos de crisis, sintiéndose arrastrado por esa fuerza extraña que lo empujaba al casino, se decía: "si pudiera dominarme durante una hora, sería capaz de cambiar mi destino".

Estamos, pues, ante uno de los dramas que enfrenta el jugador compulsivo, desde Dostoievski y Alexei hasta todos aquellos que en Medellín decidieron fundar hace cinco años el grupo "Jugadores Anónimos La Esperanza", una réplica de la organización mundial creada hace décadas por los alcohólicos.

Ángela*, una de las tantas integrantes del grupo, cuenta que "buscaba el juego para evadirme de mí misma. Es como sentir placer perdiendo porque uno sabe que no va a ganar [?]. La adicción es un juego instintivo por hacerse daño. Eso lo genera la culpa. La culpa viene por lo general de la niñez, y tiene sus raíces en la forma como lo educaron a uno. Yo encontré en el juego la conexión para transferir esa culpa a otra culpa que, incluso, me hacía más daño".

¿Es el juego una práctica cuyo poder sobre los seres humanos está por encima de mecanismos de control externos e incluso de la voluntad de quien finalmente decidió enfrentarse a sí mismo teniendo el azar como juez? ¿Acaso entonces la razón hizo nido en las mentes de los empresarios del juego, quienes sí saben que invirtiendo dinero hay utilidad asegurada porque el cliente es alguien que siempre estará cautivo de sí mismo?

*Nombre ficticio.

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