Pareciera que el Polo Democrático estuviera condenado a transitar el mismo camino tortuoso que recorrió la Anapo en los años 70 del siglo pasado. Es decir, a anarquizarse y a terminar sus días de acción política en una forma lánguida, quizá de prolongada agonía.
La Anapo, que puso al país en calzas prietas cuando en 1970 asustó al establecimiento frentenacionalista con una votación tan alta que puso al dictador Rojas Pinilla a las puertas del Palacio presidencial, se fue diluyendo a medida que las ambiciones y contradicciones se devoraban sus entrañas. Las montoneras que llegaron a amedrentar la coalición de gobierno liberal-conservadora en el Congreso, en las asambleas y en los concejos, no resistieron el peso de las responsabilidades que adquirieron con sus votantes. Y menos supieron manejar el erario, cuando tuvieron acceso a las arcas del Estado, con el rigor y la pulcritud que reclamaban como partido de oposición.
Ahora, los descendientes directos de esa Anapo -Samuel e Iván Moreno Rojas- ¿le estaban, acaso, colocando el epitafio al Polo? Están en la cárcel por manejos indecorosos en la administración pública de Bogotá. Son ambos nietos del dictador Rojas Pinilla, quien en su momento fuera condenado por indignidad en el ejercicio de la Presidencia. La misma que se tomó a sablazos en momentos en que la violencia política hacía estragos en la sociedad colombiana.
Los escándalos de hoy, por más que las directivas del Polo hayan excomulgado políticamente a los temerarios hermanos Moreno Rojas, han minado buena parte de la credibilidad y la confianza en ese partido como alternativa real de poder. Y cuando se pierden se comienzan a reescribir los Círculos desesperanzadores del Dante.
Ese costo político causado por el comportamiento de los hijos de "la Nena" Rojas -quien también en época de su padre hizo pilatunas que el país recuerda con poco agrado- lo tendrá que asumir el Polo. Y seguramente en estas elecciones, le pasarán la cuenta de cobro. Perderá toda opción en Bogotá, en donde tenía grandes mayorías, cuando en Medellín, Cali y Barranquilla, seguirán siendo una alternativa tan remota como utópica.
La distancia entre hacer oposición y manejar gobierno es bastante lejana, sobre todo cuando el partido que ejerce la fiscalización política y ética se deslegitima por escándalos de corrupción.
Lo primero que exige la opinión pública, cansada de tanta impudicia y tanto desenfreno, es que quienes se erigen como solución a los males morales, tengan decoro comprobado en sus comportamientos públicos. Cuando se pierde la fe y se malogra la confianza en los partidos que plantean opciones para sustituir lo que hay, el ánimo y la credibilidad se atrofian y los votantes se ahuyentan de los puestos de votación.
Con el descalabro que se ve venir en el Polo en las elecciones de este mes de octubre, se frustra por ahora la presencia en el juego democrático del esquema Gobierno-oposición. Dejó permearse de los viejos vicios de la Anapo que acabó por envenenar la savia que tenía aquel como partido fresco, que abría nuevas esperanzas en un sistema electoral lleno de resabios y de componendas manzanillescas.
Terminó el Polo trabajando para una familia que cuando ejerció la Presidencia, fue relevada por un golpe de opinión que cortó las estratagemas de que se valía para prolongar un poder que afortunadamente solo rigió por cuatro años. Quien quiera estudiar más a fondo el ocaso de la Anapo, no es sino que lea el libro " Colombia, una revolución aplazada ", del buen amigo, excandidato presidencial y exsenador Jaime Piedrahíta Cardona. Texto que podría servir como prólogo para escribir la decadencia prematura del Polo.
Pico y Placa Medellín
viernes
3 y 4
3 y 4
