El eminente neurofisiólogo Rodolfo Llinás ha emitido un concepto despreciativo sobre los colombianos, que no puede tener validez científica. He creído siempre que la ignorancia es la peor desgracia de la humanidad. Pero no porque esa realidad calamitosa pueda reflejarse en el mapamundi de los ránquines y nuestro país no alcance a clasificar por investigación e innovación en ciencia y tecnología, tiene por qué ser válida la conclusión que expuso en una entrevista reciente (en Semana) al decir que nuestra tierra es mejor que la gente que la habita.
El presunto atraso en materia de desarrollo del conocimiento no justifica el menosprecio de todos los colombianos ni el establecimiento de una correlación absurda entre avance científico y bondad. Si un país acumula más premios Nobel, más patentes de invención y más puntos en el logro de estándares internacionales de calidad educativa, no por esos poderosos factores se elevan de modo automático las categorías morales de la sociedad que lo constituye, o se rebajan las de las menos desarrolladas.
Más todavía, podría afirmarse que, si los desenvolvimientos científicos y tecnológicos de las potencias que encabezan los ránquines de desarrollo humano, de calidad educativa, etc., han resultado inútiles para resolver los peores problemas de la humanidad, lo que estaría demostrándose, entonces, sería que la gente de las naciones más adelantadas sería peor que todo el globo terráqueo, que toda una tierra agobiada por la abundancia de desechos tóxicos, azotada por la pobreza y el hambre a que la han condenado la indolencia y el egoísmo de los más ricos y más premiados, los más sabios y "los más buenos", si aplicáramos los argumentos arrogantes y controvertibles del ilustre científico residenciado hace medio siglo en los Estados Unidos.
¿Así como se ha inferido que es mejor la tierra que los colombianos porque no avanzamos (gente mala en tierra buena), así también son malos los europeos porque en el viejo y sabio continente escasean los recursos naturales, o son malos los gringos porque sus científicos, fuera de acaparar premios Nobel y patentes y figurar en todos los ránquines, han sido incapaces, con sus gobiernos, para eliminar el tráfico de armas, la violencia juvenil, la drogadicción, la disolución de las familias, etc.?
¿Si de aquí al 2015 no se realizan los Objetivos del Milenio, trazados por las Naciones Unidas, y no se erradican la desigualdad, el hambre, la pobreza, la carencia de educación y vivienda, etc., significará que, de acuerdo con los medidores de la cienciología, habrán fracasado no sólo los científicos, los inventores, los ejecutores de políticas públicas, sino, sobre todo, las sociedades más avanzadas y la gente que las compone? La ignorancia es el quinto jinete del Apocalipsis. Y el sexto es el conocimiento inútil.
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