Yeison Correa llegó con balón de baloncesto, camisilla de juego, tres amigos más y una pregunta: ¿Cuándo se puede jugar en este coliseo?
Yeison y varios compañeros no dejaban de mirar la madera del renovado Iván de Bedout, ese coliseo en el que antes jugaban y que ahora parece de película.
"Ojalá tengamos la oportunidad de estar jugando otra vez ahí. Sabemos que va a ser difícil, pero sería bacano", dice este joven, uno de los visitantes de un escenario que ya vivió un domingo de resaca tras los Juegos Suramericanos.
Ayer todavía quedaba gente en la nueva Unidad Deportiva Atanasio Girardot. En los escenarios, ya sin figuras ni campeones del continente, se agolpaban los curiosos a tomarse fotos con el fondo metálico verde, o con un marco de aparatos de gimnasia.
"Mucha gente sigue entrando a ver los escenarios, a tomarse fotos, a preguntar por las ligas o por los cursos. Entran, a diario, un promedio de 850 personas", explica John Jairo González, funcionario del Inder Medellín, y quien se encontraba en una de las puertas de acceso al coliseo de Gimnasia.
En el interior, las canchas de voleibol, baloncesto y hasta la pista de atletismo, se convirtieron en lugares turísticos, dignos de foto familiar o de video aficionado.
Para Juan Carlos Rodríguez, comerciante independiente y con camiseta de fútbol de Holanda, "es que quedaron muy bonitos y hay que tenerlos de recuerdo".
Para los venteros pasaron los buenos momentos de los Juegos. "Se vio mucha gente, los que tenían el capital para abrir sus negocios pudieron vender. Las gorras de los Juegos se acabaron desde hace ocho días", sostiene Eduardo Pamplona, de la asociación de venteros de ropa deportiva (Asvesdep), quien tiene uno de los nuevos puestos de ventas en la Unidad. Eduardo dice que solo en 15 días se darán cuenta si es buen negocio el nuevo lugar entre los coliseos.
Por primera vez confluyeron ciclovía y nuevos escenarios abiertos. Antes, por los Juegos, la calle no estuvo cerrada para ciclistas y trotadores. Ayer, en una mañana fría, entre los gigantes de vestido verde, se notó la gran diferencia. "Hace ocho días llovía la gente, ahora granizo", dice Andrea Mosquera, vendedora ambulante cerca de un árbol que cayó con el fuerte aguacero del sábado en la tarde. Lo que no para es la gente, que va así ya no se repartan más oros.
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