La historia de ésta, la segunda crisis financiera del mundo después de la depresión del año 29, comienza cuando el presidente Jimmy Carter funda los bancos Freddie Mac y Fannie Mae durante su gobierno para facilitar el acceso a una vivienda a los menos favorecidos. Viene luego el presidente Clinton, quien exagera al ordenar que la mitad de la cartera de estos dos bancos semigubernamentales se canalizara a los menos favorecidos. Ambos bancos han sido mal administrados por los demócratas y han sido una fuente de dineros para sus campañas. El propio Barak Obama ha recibido de ellos cerca de 160.000 dólares.
La Reserva Federal de los Estados Unidos, la FED, con el desacertado Greenspan a la cabeza, redujo los intereses del 6.5 por ciento al 1 por ciento durante largo tiempo. Tras lo cual cayeron los intereses hipotecarios, vino el “boom” inmobiliario, los precios de las viviendas se multiplicaron por dos, los pequeños inversionistas compraron dos y tres viviendas. Pero los banqueros se alarmaron por el hecho de que, aun cuando colocaban muchos créditos, se reducían sus ingresos.
Decidieron entonces los irresponsables banqueros conceder créditos hipotecarios a unos clientes llamados “Ninja” (no income, no job, no assets). Peor aún, no les exigieron cuota inicial y les aprobaron un préstamo superior al valor de su residencia, porque, de acuerdo a las tendencias del mercado, sus residencias se valorizarían y la pujante economía americana los emplearía. A este “genial” tipo de hipoteca le pusieron el apellido “subprime”, frente a las hipotecas “prime”, que sí estaban bien respaldadas.
Al poco andar, notaron los doblemente irresponsables banqueros que se les agotaba el dinero y decidieron acudir a los confiados bancos extranjeros para que les prestaran. Es decir, aprovecharon la globalización y la confianza en la banca estadounidense y así esparcieron la catástrofe. A Colombia no parecen haber acudido mucho, por fortuna.
A otros bancos asaltantes estadounidenses se les ocurrió juntar o empaquetar y vender hipotecas prime, o sea buenas, y subprime, o malas. A estos paquetes los designaron Mortgage Backed Securities –MBS-. Pero para poder aparecer tal banco con la cara limpia se inventaron los “Conduits”, que no son sociedades sino Fondos de Inversión que no consolidan con el banco matriz. Los “Conduits” obtienen sus fondos de otros bancos, aseguradoras, financieras, sociedades de familia…
Los “Conduits” acuden luego a otro cómplice. Contratan éstos las Agencias Calificadoras de Riesgos para que les den fe ante el público de que sus paquetes de hipotecas o MBS carecen de riesgos o los tienen muy reducidos.
Algunos inversionistas y compradores les exigieron a los malolientes “Conduits” que dividieran sus paquetes en grupos de MBS buenos, regulares y malos, para asegurarse de que si el subpaquete malo incumplía, el regular y el bueno les aseguraran, al menos, el monto invertido. A estas hipotecas subdivididas en grupos o “tranches”, pero con algo nuevo, un supuesto seguro de pago, les dieron el nombre de CDO Collateralized Debt Obligations, Obligaciones de Deuda Colateralizada y las vendieron con el ilusorio seguro de pago a cargo de una empresa otrora tan prestigiosa como la aseguradora AIG, la mayor del mundo, con razón superquebrada hoy. El candidato republicano John Mc Cain previó esto en el 2005 y propuso una gran reforma. Pero ni los superficiales republicanos, ni el presidente Bush la comprendieron.
A principios de 2007 comenzó a caer el precio de las residencias en el mercado y quienes las compraron constataron que le debían más al banco que el precio que tenían ellas en el mercado. Esto no habría sucedido tanto, quizá, si hubieran exigido una cuota inicial. Resultado lógico: nadie volvió a comprar basuras como MBS, CDO, ni sus familiares CDS o CDS sintéticos. A este atraco lo presentaron como: La magia de la ingeniería financiera.
Y aquí comienza Troya. Como los bancos desconocen el monto de las inversiones tóxicas en poder de sus colegas, pues cesan de prestarse dinero entre sí o se lo prestan carísimo. En forma paralela cierran los préstamos para pagar salarios, para comprar materias primas… Es decir, paralizan la industria, el comercio y al propio Gobierno. Para remediar esto se aprueban tardíamente planes de rescate, inyecciones de liquidez, compras de activos, de acciones, de deudas a corto plazo...