De todo lo que hay que ajustar y poner a funcionar en este país, la Contraloría General de la República se ubica entre lo más prioritario. Ante una estructura institucional y política infestada por la más desbocada corrupción, el ente de control tendría que haber demostrado mayor decisión y eficacia. Poco es lo que ha logrado, y no hay semana en que no se informe de sus derroches.
Próximamente habrá relevo en el cargo. Su titular lo elige el Congreso, de ternas enviadas por las altas cortes. Ya dos de ellas han escogido candidatos, y han optado por políticos, luego de tortuosos procesos internos donde se puede suponer de todo, salvo que se haya pensado en el interés general.
Preparémonos para otro bochorno público y un desencanto más.
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