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A partir del libro En nombre de Dios (1984) de David Yallop que reveló las oscuras circunstancias que rodearon la extraña e inesperada muerte del papa Juan Pablo I, Evelio Rosero, autor de Los Almuerzos, La Carroza de Bolívar – donde, con el consiguiente escándalo entre sus adoradores, desmitifica sin piedad la leyenda del Libertador- y Los Ejércitos -que le han merecido también los elogios de la crítica mundial-, impacta nuevamente con su reciente novela, Plegaria por un Papa Envenenado, presentada por Tusquets Editores en el Hay Festival.
Evelio Rosero nació en Bogotá, en 1958. Estudió comunicación social en el Externado, en 2006 se ganó el Premio Nacional de Literatura del Ministerio de Cultura, y con su novela Los Ejércitos ganó en 2007 el Premio Tusquets. Desde entonces su nombre se instaló para quedarse en el panorama de la letras hispanoamericanas, como uno de los más importantes narradores del momento. Ha sido traducido a 12 idiomas, recibió el prestigioso Independent Foreign Fiction Prize (2009) en Reino Unido y el ALOA Prize (2011) de novela en Dinamarca.
¿Cómo llegó a Nariño?
"Mi padre era ingeniero civil. Trabajaba en Bogotá, en los Ferrocarriles Nacionales. Lo trasladaron a Pasto, como jefe del distrito de obras públicas de Nariño. En vacaciones íbamos a "temperar" a diferentes regiones: a Consacá (donde ocurrió la famosa batalla de Bomboná, que perdió Bolívar), a Yacuanquer, Piedrancha, a Ricaurte (o cerca, en una finca llamada Andalucía, donde transcurre mi novela para niños: La Duenda), a Tumaco (que es el mar de los pastusos). Esos pueblos, esos paisajes, alimentarían más tarde los pueblos de mis novelas".
¿Qué significó el haber vivido en un departamento como Nariño, donde, según Aurelio Arturo, "el verde es de todos los colores"?
"Significó nada menos que la infancia, tan decisiva en la vida de cualquiera. En Pasto hice la primaria en el colegio San Francisco Javier. Ya había hecho el kínder en el San Pedro Claver, de Bogotá. Por lo visto ya me rodeaban los santos. Y el paisaje de Nariño sí es el que describe el poeta, y no se halla en ningún otro sitio de Colombia: es verdad, solo en Nariño el verde es de todos los colores. No sé por qué creo haber leído en la biblioteca de casa un pequeño volumen de Arturo, dedicado a mi padre, pero allí el verso decía: "Donde el verde es de todos los verdes". Pero es muy posible que yo esté equivocado".
Cuando regresó a Bogotá ya adolescente, ¿cómo recuerda esa nueva transición?
"Fue abrupto el cambio, pero fructífero. Ahora Bogotá, la única metrópoli de Colombia, era el escenario. Creo que eso, primero la ciudad pequeña y sus pueblos, y después la capital, enriqueció mi mirada. En Bogotá inicié el bachillerato en el Agustiniano del Norte, otro colegio de religiosos. Y luego la universidad, pero nunca acabé la carrera. Me lancé de lleno a escribir".
De allí, entiendo, vienen su descreimiento y su rabia contra los curas...
"No sé qué periodista inventó esa "rabia", en alguna entrevista. Jamás hablé de "rabia" contra los curas. Hubo buenos y malos momentos, como en todo. Pero en mi novela El incendiado di cuenta de los malos momentos, que son los que más interesan al escritor, y que son más edificantes porque pretenden una reflexión. En toda la historia han existido buenos y malos sacerdotes, gente de bien, pensadores, hombres prácticos que se consagraron a los demás, pero también estúpidos, retrógrados... No soy visceral en este asunto. En los colegios religiosos hay buenas bibliotecas, y de vez en cuando un buen profesor. O uno pérfido y morboso".
Desde el punto de vista religioso, ¿cómo se definiría: ateo, agnóstico, creyente, a pesar de los curas?
"Cristo me cae muy bien, y sobre todo en la infancia, pues ya Bram Stoker me había enseñado que solo con mostrar la cruz uno espantaba a Drácula. Y las parábolas de Jesús las oía y las leía como cuentos. No creo en la Iglesia terrena, en sus bienes terrenales, en la mayoría de sus papas. No voy a misa, pero de vez en cuando, al despertarme, y sin saber de dónde viene, me digo: Dios mío, ayúdame".
Dostoievski y Tolstoi marcaron su gusto literario. ¿Qué halló en ellos?
"Encontré, aunque parezca risible, a Pasto y sus campesinos. La religión y la rebelión; pero es que por eso mismo esos escritores son universales: hablan del espíritu del hombre, de la condición humana y de la humana estupidez".
¿Su nueva novela, Plegaria por un Papa Envenenado, sobre la muerte de Albino Luciani, Juan Pablo I, en qué forma se superpone y confirma la investigación escrita por David Yallop, En nombre de Dios?
"A través de la exhaustiva investigación sobre el envenenamiento del papa Juan Pablo I, adelantada por Yallop, encontré a Albino Luciani, y ese fue el detonante para investigar más por mi cuenta la vida y los hechos del papa Luciani. Hubo datos de todas partes, y siempre en contradicción, en pugna latente. Yo no descubrí nada, solo saqué mis conclusiones, a partir de los escritos de Luciani y de lo que ocurría con el Banco del Vaticano, mancomunado con la mafia italiana. Con todo eso se proponía acabar Luciani, y sobre todo con otros pecados mayúsculos de la Iglesia católica, entre ellos la pedofilia, contra la que se va lanza en ristre, veladamente, en sus Briznas de Catecismo. Por eso la curia romana y la mafia lo asesinaron".
¿Es cierto que la víspera de su muerte, Juan Pablo I le mostró a su secretario la lista de obispos y cardenales que debían ser destituidos de inmediato?
"Es plenamente cierto".
¿Cómo le parecen las revelaciones sobre nuevos casos de corrupción y blanqueo de dinero en el Banco del Vaticano?
"Allí se confirma: después de la muerte de Luciani todo volvió a sus cauces. El papa Juan Pablo II confirmó a los siniestros funcionarios. No investigó la muerte de Luciani. Complació a la curia, echó tierra a la verdad y la escondió con su escoba debajo de una alfombra del Vaticano".
¿Cómo vio en su momento la renuncia de Benedicto XVI?
"Ocurrió meses después de terminada mi novela. Confieso que me asombró: por lo general los Papas se quieren quedar hasta que se mueren. En eso Benedicto fue original, si es que no lo presionaron los de la curia romana, ¿quién puede saberlo?, de pronto el mayordomo".
Hoy el mundo celebra con beneplácito las salidas mediáticas del papa Francisco. ¿Qué alcance les ve? ¿Cree que habrá un cambio profundo en la Iglesia o se quedará en maquillaje?
"Todo eso de la Iglesia de los Pobres, de la Iglesia Pobre, de otorgar los bienes materiales de la Iglesia a los necesitados, las visitas a cárceles y hospitales ya lo había enarbolado Luciani. Pero los propósitos de Luciani iban mucho más allá, iban a los cimientos de la Iglesia católica y, tanto, que lo mataron. Francisco nunca dejará de hacerle juego a la curia. Francisco resulta pálido comparado con Albino Luciani".