Varias administraciones de Medellín han mirado hacia el río, con distintos fines, que van desde lo ambiental hasta lo paisajístico, pero no siempre ha tenido la atención que merece como eje estructurante del desarrollo del Valle de Aburrá.
La socavación de unas losas de su ribera en el sur no solo provocó la peor parálisis del metro en sus 18 años de operación, sino que sacó a relucir que son pocas las obras que se han ejecutado en su cauce y en las estructuras que lo canalizan, salvo la buena gestión cumplida por el Instituto Mi Río, que desapareció hace 12 años.
Esto ha sucedido, en parte, por una falencia institucional. Si bien el Área Metropolitana tiene a cargo su protección como autoridad ambiental, no está claro quién es el doliente a la hora de hacer la inversión en las obras civiles que requiere el río en el mantenimiento de su cuenca y de su entorno.
La responsabilidad está diluida hasta el punto de pensar que cada Alcalde debe ser el que atienda lo que pasa en el río, en cada jurisdicción. Cuando esto sucede, resulta que puede preocuparles a todos o no preocuparle a nadie. Y esto último, parece, es lo que está sucediendo.
Los mismos funcionarios del Área Metropolitana, conscientes de que a ellos también les cabe esta responsabilidad de preservarlo, aseguran, vistas las consecuencias del alud en una de sus estructuras de contención, que “hace rato que el río estaba sacando la mano”.
Un estudio de la patología de las estructuras del río no se realizaba desde 1994. El contratado por el Área Metropolitana en 2011 con la Universidad Nacional, y que arrojó sus primeras conclusiones en noviembre de 2012, detectó 84 puntos que necesitaban atención. 13 de ellos críticos. A la fecha se han atendido todas las emergencias identificadas. El sitio donde se registró la falla el sábado pasado no era una de ellas.
En el mismo sitio, el Área estaba atendiendo un punto crítico sobre la margen derecha. Sin embargo, la inusual creciente del sábado, cuando el río aumentó su caudal habitual en un 500 por ciento, a raíz de una precipitación acumulada de 42 milímetros durante una hora, hizo que la corriente se desviara hacia la izquierda y socavó varias placas que ni el Metro, ni el Área ni el estudio de la Nacional habían identificado que amenazaran riesgos.
Más allá de las responsabilidades que en este momento se analizan sobre este hecho puntual, que por fortuna no se tradujo en una tragedia, lo cierto es que lo registrado esta semana deja lecciones que Medellín y el Valle de Aburrá tienen que asimilar, para evitar que se vuelvan a presentar.
Importante, y mucho, tener planes de contingencia, pero sobre todo, tomar conciencia de la importancia del río y realizar una labor preventiva y correctiva permanente.
A la par del trabajo que ha realizado Empresas Públicas de Medellín para procurar su recuperación ambiental con la planta de tratamiento de aguas residuales de San Fernando y una segunda que actualmente se construye en Bello, es necesario que muchas otras entidades asuman su responsabilidad en lo que les compete, incluyendo los asentamientos de empresas y viviendas que invaden o atentan contra su cauce.
Ya es hora de que las autoridades de los municipios que integran el Área Metropolitana, que podrían ser 10 con el ingreso de Envigado, acuerden estrategias para fortalecerla como autoridad ambiental y de transporte, dotada de las competencias, herramientas y recursos para hacer las obras que el río necesita, atenuar cualquier riesgo para el metro o el par vial y preservarlo como el principal corredor para la movilidad del Valle de Aburrá.
es necesario crear una entidad para la cual el río sea de interés prioritario
Por Gerardo Emilio Duque
Exdirector del Instituto Mi Río
Desde el momento en que como una política pública se tomó la decisión de cerrar o liquidar el Instituto Mi Río, esta cuenca tan importante perdió un aliado fundamental y quedó la inquietud en torno a quién debe ser el doliente.
El río Medellín es un ícono en el desarrollo de la ciudad y ha sido su eje estructural.
Haber terminado con el Instituto, en el caso de Medellín, significó haber terminado con la destinación específica de unos recursos que se dedicaban al mantenimiento de su cuenca desde un punto de vista integral.
Independiente de ir a imputar responsabilidades ahora por lo que ocurrió con el metro, lo que hay que hacer es revivir la importancia del río Medellín y adoptar una institución que tenga como única misión y finalidad hacer todas las labores de protección de la cuenca del río y de su entorno ambiental, con un patrimonio propio, autonomía financiera, capacidad de contratación y con personal para hacer las labores de conservación hídrica, ambiental y física en toda el área metropolitana.
El río Medellín, en este momento, tiene muchos dolientes, pero no tiene a nadie, pues si bien muchas entidades pueden participar en la responsabilidad de preservarlo, no tiene una para la cual esta misión sea el interés prioritario.