El recuerdo de sus "hermanos cautivos" que quedaron pudriéndose en las selvas sin generosidad, respeto, familia ni afecto por parte de la guerrilla de las Farc quebró la voz de Íngrid Betancourt, al recibir en Oviedo, España, el premio Príncipe de Asturias a la Concordia.
Para pedir por su liberación, convocó a una nueva marcha en diferentes ciudades de Colombia, el próximo 28 de noviembre. "Quiero ver ríos de gente. Quien se quede en su casa no puede llegar a festejar su propia Navidad".
En Colombia, su propuesta fue recibida con entusiasmo por el cabo William Pérez, galardonado con el Premio Nacional de Paz, en reconocimiento a los cuidados brindados a ella y a sus compañeros de cautiverio.
La decisión de Íngrid Betancourt de tomar la voz de los secuestrados, aseguró Pérez, es una forma de alentarlos igual que la marcha, en días previos a la Navidad, una de las épocas más difíciles porque se sienten relegados a un segundo lugar.
Crueldad con otro uniforme
Con la misma fortaleza que pidió un cambio de valores en épocas en las que los imperios financieros se derrumban, la ex rehén de las Farc comparó el caso de los secuestrados colombianos con el holocausto de miles de judíos durante la II Guerra Mundial.
Según ella, fueron muchos lo que miraron en silencio a los judíos partir hacia el infierno de los campos de concentración. Una situación similar a la de los ciudadanos que teniendo el poder de exigir los derechos de los plagiados no han hecho nada para ponerse en pie y apoyar su liberación.
"La vida nos ha traído a la consciencia la realidad amarga de los que están presos de esa misma infamia en las selvas de Colombia, de esa misma locura revestida de otro uniforme, pero habitada de la misma crueldad", aseguró Betancourt, quien destacó los esfuerzos de los gobiernos de Francia y España para lograr la liberación de los plagiados.
Su decisión de rechazar un rescate militar fue la que obligó a las Fuerzas Militares a poner en marcha la operación Jaque que permitió su liberación, dijo.
Silencio cómplice de vecinos
Las críticas de Betancourt se extendieron a los países vecinos de Colombia, a los cuales cuestionó por su silencio cómplice frente al tráfico de armas y drogas.
A ellos les pidió enfrentar la impunidad que permite que quienes actúan para favorecer el crimen no tengan que enfrentar la ley.
También hubo un mensaje para los jefes de la guerrilla: "Nadie puede sacrificar a un ser humano en el altar de su ideología, de su religión o de su cultura. Si las Farc no quieren ser consideradas como terroristas por el resto del mundo, tienen que rectificar su acción, repudiando el secuestro para siempre".
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