Durante siete años, Gloria Restrepo se levantaba puntual, a las 5:00 a.m., para ver, desde Londres, vía internet, la destapada de los traídos del Niños Dios, en su casa en Medellín.
Por una conexión remota, brindaban, veía los primeros balbuceos de sus nietos y se antojaba de la natilla y los buñuelos, aunque también procuraba tener una cena muy latina con sus amigos en Londres.
"Me provocaba mandar la mano a la pantalla para poder tocarlos", señala. Fueron épocas de llorar, perseverar y conservar la esperanza de volverlos a ver pronto.
Cuando se fue, su hija Jeny Liliana no había tenido sus tres pequeños; y sus otros hijos, Juan David y Augusto, eran jóvenes. El menor tenía 13 y cuando regresó, lo volvió a ver de 21.
Ahora, no se desprende de Isabela, Alejandra y Samuel, su tres nietos, a los que les hará la natilla y los buñuelos, con la sazón de abuela, la misma que le aprendió a su mamá, y que les debía desde hace años.
Allá, en Londres, trabajó y trabajó, como hacen quienes emigran, dice con sinceridad. Primero, en limpieza de oficinas, luego en un hotel, hasta ganarse la confianza de sus jefes que la nombraron supervisora.
Ellos la extrañan, como se lo manifestaron. Pero, para ella, pudo más su corazón, ese de madre, abuela e hija, que no resiste la distancia y que anhela el cariño de sus seres queridos.
Y menos en Navidad, porque allá, además de la nieve y las bajas temperaturas, la gente casi no celebra.
Prefiere viajar y la ciudad británica se paraliza, agrega Gloria.
Ahora exprime su día que no le alcanza para cargar y atender a sus nietos e hijos (que la llaman varias veces al día), y seguir con la vida que un buen día interrumpió para explorar otro mundo.
De esta Navidad, ni qué hablar. Tendrán muchos abrazos, muchas recetas y muchos diciembres para desatrasarse. Por fin, está Gloria en casa para celebrar.
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