Astutamente el presidente Uribe hace guiños que encandelillan a algunos confiados aspirantes a ser sus herederos políticos. Hace unos días le picó el ojo a Noemí Sanín. Un día después mencionó a Juan Manuel Santos y a Carlos Holguín, entre otros. Nada de esto es nuevo.
Uribe tienta a sus más cercanos colaboradores con la apetitosa zanahoria de la Presidencia de la República. Cada uno de ellos confía en que en él, o en ella, recaerá tal honor, pasado de "mano a mano" por Uribe, dueño de la opinión pública y, quizás, de los votos. El Presidente mantiene, con esta magistral jugada, a lo mejor de su equipo a su disposición, contento y esperanzado.
El Presidente corteja a Noemí Sanín, sin lugar a dudas, la mejor y más preparada del grupo, para ejercer la Primera Magistratura. La embajadora se ha fogueado ya dos veces como candidata, tiene una amplia experiencia en campañas políticas y el pueblo la conoce. Además, tiene una gran experiencia en resolución de conflicto y, como ex canciller y representante del país en las embajadas de Londres, Madrid, Venezuela y Washington, tiene un conocimiento y manejo internacional difícil de igualar.
A esto se le suma su encanto personal, ese increíble "ángel" que la distingue. Sólo Íngrid Betancourt ha logrado pasarla en las encuestas de intención de voto, en caso de ser candidata.
El Presidente deja también en remojo a Juan Manuel Santos, quien se ha lucido como Ministro de Defensa. Santos ha logrado una excelente amistad con los militares, quienes durante su ministerio han propinado devastadores golpes a las Farc y otros grupos terroristas, al punto que parecería que estamos en la antesala de la derrota de esos asesinos.
Su experiencia en otras carteras ministeriales ha sido destacada y cuenta con el apoyo de los amigos de los Santos, que no son pocos.
Para el Presidente su amistad y colaboración es valiosa, más ahora que parece existir un enfriamiento con Francisco Santos, el otro Santos en el Gobierno.
Sin embargo, algunos dicen que Carlos Holguín está casi seguro que él será el elegido. Al mantenerlo en el abanico, Uribe asegura el apoyo del Partido Conservador, o sea, del millón de votos que ese partido aporta en este momento y de su maquinaria política que, aunque pequeña, está bien aceitada.
Sin embargo, no hay garantía de que el "ungido" llegue a la Presidencia. Por un lado, la oposición busca alianzas para llegar a un triunfo presidencial y su juego no se puede descartar. O bien, Uribe puede decidirse por un tercer periodo. O, simplemente, su candidato puede ser derrotado. Finalmente, nadie sabe si sus votos y su popularidad son transferibles.
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