Un árbol con "muletas" —un piñón de oreja— resiste el paso de los años en la acera, frente a lo que queda de El Jordán, el emblemático café de 1891, parada de arrieros al occidente de Medellín y sitio de tertulia por más de un siglo. Las paredes de tapia se están cayendo y, sin embargo, todavía no comienzan las obras que prometen hacer de esta esquina en franca decadencia un centro cultural digno de los recuerdos que habitan allí.
Cuentan los viejos y registran los historiadores que a la sombra del árbol acampaban recuas de mulas que venían del occidente con cargas de granos, panela y leche para Medellín. Era la puerta de entrada. Y desde allí, dice el escritor Juan José Hoyos, se veía El Viejo París, sitio de aparejo también, y comienzo del camino hacia Santa Elena.
—Al viejo Octavio Burgos (que heredó el manejo del negocio de su padre, Raúl) le traíamos mangos y nos dejaba jugar billar —recuerda Carolo, popular personaje del barrio, que se hizo hombre entre las paredes de El Jordán—. Él le ponía cuidado a que no viniera la Policía, porque éramos menores de edad, y nosotros le robábamos pedazos de pandequeso y salchichón —confiesa entre risas tantos años después.
Voceros de la Secretaría de Planeación confirmaron ante el Concejo de Medellín que en total se destinarán 1.800 millones de pesos para la recuperación y restauración del lugar como centro cultural para la comuna 7-Robledo. La negociación de predios aledaños se ha convertido en impedimento para el inicio de las obras, mientras continua el deterioro acelerado de la propiedad, que amenaza ruina.
Ante el avanzado deterioro de El Jordán, el concejal Bernardo Alejandro Guerra, quien coordina una comisión que hace seguimiento a la situación de este sitio patrimonial, reclamó recientemente que no se debe esperar la compra de todos los lotes aledaños para comenzar a intervenir.
Con 57 años hoy, uno de los jóvenes que frecuentaron el café, Jaime Correa, que incluso trabajó allí como ayudante y mesero, lleva cuentas de 14 propiedades que ya compró la Alcaldía como parte del proyecto.
"Lo triste —anota— es que con esto perdimos vecinos muy queridos, de toda la vida".
Jaime se crió junto con algunos de los Burgos, de la estirpe de cuatro generaciones que mantuvo el negocio por más de cien años. De la amistad con el doctor Alberto Burgos, que tuvo su consultorio médico junto a El Jordán, conserva algunos de los libros que este reconocido coleccionista de música ha publicado, con menciones a la música que se escuchaba allí y al pasado de su barrio, Robledo.
Cuenta que por allí pasaron personajes de la política nacional como Carlos Lleras Restrepo, Alfonso López Pumarejo, Jorge Eliécer Gaitán, y Enrique Olaya Herrera. El traganíquel hacía sonar música que ya para la época de los años sesenta era antigua: boleros, baladas y tangos viejos, también música colombiana muy selecta.
Anota que cuando en el lugar llegaron a sonar un reguetón con tal de vender un aguardiente se perdió la personalidad y con ello también la tradición de El Jordán.
El escritor Juan José Hoyos resalta que la literatura también fue tema de tertulia por mucho tiempo. En torno a las páginas de Fernando Vallejo, el club de lectura John Reed sostuvo en esas mesas amenas conversaciones.
Estos y otros testimonios, por más de un siglo hablan de los recuerdos que todavía habitan en El Jordán, bajo las luces que pasan por el techo, entre las tapias que se despedazan, de donde muchos nostálgicos esperan que no sean desalojados por la ruina.
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