Se conocieron la semana pasada los resultados de la segunda parte de las pruebas internacionales Pisa. De nuevo Colombia se rajó. De 44 países que participaron en la parte optativa de este examen, que tenía un carácter más aplicativo, quedamos en el puesto 44.
Colombia hizo bien en tomar el riesgo de participar, aún sabiendo que podría ocupar los últimos lugares como efectivamente ocurrió.
En diciembre se dieron a conocer los primeros resultados de estas pruebas. Nuestro país quedó de 62 entre 65 países evaluados. Perú ocupó el último lugar y no se lanzó a participar en la parte optativa.
Quedó claro que nuestros jóvenes no saben resolver problemas de la vida diaria como manejar un MP3, o escoger una ruta más corta, algo mucho más útil para la vida cotidiana que, por ejemplo, memorizar los accidentes geográficos de África.
¿Dónde está la raíz estos resultados que dejan tanto que desear?
En primer lugar en la poca motivación y escasa preparación de los maestros. En Colombia hay profesores que son contratados solo siete meses en el año, que ganan un sueldo ínfimo de 700 mil pesos mensuales. Las facultades con menor exigencia son las de educación. Escuché en el programa “Hora 20” de Caracol que cada 100 estudiantes que presentan las pruebas del Icfes, los 20 últimos lugares tienen cinco posibilidades más de ser maestros. Ser profesor en Colombia es un oficio que se escoge más por descarte que por verdadera convicción o vocación.
En Perú la situación no es muy distinta. Las mejores universidades como la exCatólica, han cerrado las facultades de Educación secundaria por la baja calidad y poca demanda que tenían.
En cambio, países como Singapur y Corea del Sur, que obtuvieron los primeros lugares en estas pruebas, han hecho una apuesta por la calidad y aplicabilidad de la educación. Motivan a los maestros con altos salarios, capacitaciones permanentes y metas evaluadas periódicamente. Los niños de 6 a 12 años aprenden un segundo idioma, generalmente el ingles, y en la secundaria aprenden una tercera lengua. Ser maestro es, como debería ser, una profesión de prestigio.
Es importante implementar políticas de calidad educativa a largo plazo. Que se centren más en el análisis que en la memorización de datos o fórmulas que fácilmente se pueden encontrar en Google o Wikipedia. Pero los resultados comenzarán en una década o más y no dependerán del gobierno de turno sino de la continuidad que se les dé a estos programas.
Por último, con un entorno tan poco favorable y problemas como la desnutrición - que retrasan el crecimiento y el desarrollo de los niños- y de violencia intrafamiliar -que tanto los afectan psicológicamente- la calidad de la formación de nuestros niños y jóvenes se ve altamente perjudicada.
La educación no es un tema que pueda quedar en segundo plano en ningún programa de gobierno. Un mejor diseño de programas educativos, buscando asesoría de los países que lograron los primeros puestos y la implementación de políticas a largo plazo harán que exista una mejor educación y por lo tanto mayor desarrollo.
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