Hacía falta un final enternecedor para sellar con un toque literario la gran novela romántica de la emancipación americana. La historia de Bolívar y Manuelita había quedado inconclusa. La despedida del 11 de mayo de 1830, con todo y su crueldad y apasionamiento, era una conclusión insuficiente. Hoy lunes, día en que se recuerda la Declaración de Independencia de Venezuela en 1811, al lado de las cenizas del Libertador depositarán un puñado de tierra que simboliza los restos de Manuela Sáenz.
¿Pero qué dirían Bolívar y Manuelita de este acto que mixtura la política y el melodrama? ¿Borrará las culpas de quienes, desde la rebelión de Páez y otros episodios deplorables, traicionaron el ideario, el empeño delirante y el esfuerzo vital bolivarianos? "La vida de Bolívar estuvo plagada de ironías (dice el historiador inglés John Lynch, en su documentadísima biografía interpretativa), pero ninguna resultó tan dolorosa como ésta: que su propia patria, Venezuela, la primera en concebir la idea de Colombia, fuera la primera en desafiarla". ¿Y los dos amantes qué pensarían del apoderamiento funambulesco de la historia por el autócrata que se siente beneficiario único, exclusivo y excluyente del legado que dejó el Libertador?
El reencuentro póstumo de hoy despierta muchas conjeturas y suspicacias. ¿Será una reivindicación sincera de la memoria de la amable loca , o una expresión de oportunismo para decorar con un ritual entre literario y folclórico la revolución bolivariana? Cualquiera que sea la hipótesis acertada sobre el suceso que encabezarán hoy lunes los discutidos presidentes de Venezuela y Ecuador y sin presumir cómo influirá en las relaciones con Colombia, es un hecho novelesco inusual en la política.
Manuela, la Caballeresa del Sol , la infiel esposa del inglés Thorne, se instaló en el corazón de Bolívar desde la entrada triunfal del Libertador en Quito y lo sobrevivió hasta 1856, cuando murió en una suerte de exilio en Paita, desengañada de la vida y el poder y de los amigos que le dieron la espalda y dedicada a entretener la soledad tejiendo y haciendo dulces. Bolívar le repetiría hoy a Manuelita: "Todo es amor en ti. Yo también me ocupo de esta ardiente fiebre que nos devora como a dos niños".
Con Bolívar y su Libertadora en el Panteón Nacional de Caracas se reedita para la modernidad la leyenda medieval de los amores trágicos, prohibidos, imposibles. Unidos después de la muerte quedaron Romeo y Julieta, así como los amantes de Teruel, Juan Diego e Isabel. Son profundas y conmovedoras las cartas de Abelardo y Eloísa, sobre cuya tumba floreció un rosal. Como lo marcará la ceremonia en Venezuela, la amante vuelve humanísimo al héroe, al genio. Detrás de todo gran hombre siempre ha velado una gran mujer.
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