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La pobreza está en el campo

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29 de septiembre de 2011
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La utilización de una nueva metodología para medir y hacerle seguimiento a la pobreza en Colombia ha dado lugar a una amplia discusión sobre el tema, discusión en la que la motivación principal ha tenido más un tinte político que un legítimo propósito de aportar elementos técnicos y metodológicos que le ayuden al Estado y a la sociedad colombianos a adquirir un mejor conocimiento sobre la problemática de la pobreza en el país y, quizás más importante, encontrar la mejor manera de reducirla aceleradamente e, idealmente, eliminarla en un corto período de tiempo.

Si, como lo propone el actual Plan de Desarrollo, se quiere lograr la prosperidad de todos los colombianos, lógicamente la eliminación de la pobreza debe ser un objetivo central de dicho propósito. Infortunadamente, en la discusión no se han escuchado voces que vayan más allá del interés mediático que la discusión política suscitó y ayuden a entender la magnitud del fenómeno de la pobreza en Colombia, sus características y las raíces de la misma.

Llama la atención, además, el hecho de que los sectores afectados por esta problemática, como el rural, no se manifestaran al respecto.

Los diferentes estudios sobre la pobreza en Colombia han puesto en evidencia el indudable carácter rural que históricamente la misma ha tenido.

Al utilizar la nueva metodología de cálculo, el DNP establece que esta situación no ha cambiado en el país, pues, mientras la pobreza en las zonas urbanas es de 33 por ciento, en el sector rural es de 50 por ciento.

Por su parte, la pobreza extrema es de 8 por ciento en las ciudades y de 25,5 por ciento en el campo.

La diferencia que se presenta entre el campo y la ciudad es corroborada por la denominada pobreza subjetiva que mide el Dane a través de la encuesta de calidad de vida.

Según la opinión de los jefes de hogar, en 2008, un 41,4 por ciento de los hogares urbanos se consideraban pobres, en tanto que en las zonas rurales dicha proporción era del 73 por ciento.

La encuesta de calidad de vida también revela cómo, en una serie de servicios básicos y de condiciones de vida de los hogares, las brechas entre los sectores urbanos y rurales aún continúan, no obstante que, durante los últimos años, en muchas de ellas se han presentado significativas reducciones.

Así, por ejemplo, mientras en las ciudades un 94,8 por ciento de los hogares disponen del servicio de acueducto, en el campo esa proporción es de sólo 58,3 por ciento.

En alcantarillado la brecha es aún mayor, 90,6 por ciento en las ciudades contra el 14,9 por ciento en el sector rural.

Un 36,2 por ciento de los hogares urbanos cotiza a fondo de pensiones, en tanto que en el campo sólo lo hace el 8,7 por ciento de los hogares.

La tasa de analfabetismo en el sector rural es tres veces más alta que en el urbano y el promedio de años de educación de las personas es 30 por ciento superior en las ciudades.

Los altos niveles de pobreza rural en Colombia y la gran dificultad que a través del tiempo se ha tenido para reducirla responden, en buena parte, al tipo de modelo de desarrollo del país, que ha privilegiado a las ciudades, y al equivocado modelo agrícola aplicado durante las últimas décadas.

Ojalá que el debate alrededor de la pobreza ayude a mirar la realidad del campo colombiano de manera más comprensiva y que promueva la imperiosa necesidad de aplicar las medidas para erradicar esta dura realidad social, que afecta a más de la mitad de la población rural.

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