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La sensibilidad hará diferencia

03 de agosto de 2008
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Quiero referirme a un caso que estoy viviendo en forma muy cercana, pues considero que vale la pena motivar la reflexión de muchas personas que suelen causarlos y de algunas instituciones donde ocurren muchas cosas parecidas. No voy a mencionar nombres de personas ni de la institución involucrada, porque, sé bien que el caso al que haré alusión, no es la excepción y que, al contrario, sucede cotidianamente en las instituciones educativas y quizá también en empresas y en otros estamentos.

Se trata de un muchacho de 14 años -llamémosle Miguel- buen estudiante, comprometido con su deseo de superación, excelente dibujante, y quien mantenía muy buenas relaciones con sus compañeros de grupo y con sus profesores.

Por un hecho sorprendente en el que el muchacho pretendía tan sólo defender la justicia, la reacción de muchos de los que lo rodeaban terminó generándole trastornos psíquicos -que esperamos sean temporales-, pero que llegaron a ser tan intensos que obligaron a su reciente desescolarización.

Lo triste del caso, y es lo que motiva esta nota, es que en la institución donde Miguel ya llevaba tres años y medio estudiando satisfactoriamente, parece que no pasara nada. ¡Es tan común en nuestra Colombia que los muchachos abandonen la vida escolar! Y los profesores encargados de orientar a 40, 45 y hasta 50 estudiantes por grupo, quizás hasta se alegran de aligerar su carga con unos cuantos menos.

Pero estamos ahora ante el caso de un muchacho notable, con una buena disciplina, sentido de pertenencia a la institución y respeto por sus congéneres. ¿Tampoco jóvenes como éste tienen que importarles? ¿Y acaso a un docente con verdadera vocación no deberían importarles todos sus pupilos?

¿Cómo puede sentirse este joven, y los muchos otros que por razones parecidas han dejado de asistir a sus colegios, cuando notan que ninguno de sus compañeros y, peor aún, que no hay siquiera un solo profesor sensato, que se interese por su ausencia ni por su estado de salud? ¿Cuántos alumnos volverían a las aulas si al menos uno de sus instructores demostrara que para él es importante abriéndole los brazos y dándole voces de aliento?

Definitivamente, y con conocimiento de causa, creo que la educación es Colombia debería ser puesta en cuidados intensivos. En algunos casos no hay calificación formativa, en muchos casos no se posee una pedagogía adecuada, y en muchísimos casos, hay una profunda falta de sensibilidad humana.

Solamente en manos de seres sensibles, los jóvenes de hoy podrán salir del frío abismo en el que los estamos hundiendo.

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