Una cosa es que el príncipe Harry se comporte como un hooligan cuando está de farra en Londres, ebrio o disfrazado de nazi, y otra que, vistiendo en el extranjero uniforme militar de su nación, dé a entender que disparar contra afganos es para él como un juego. Ojalá sus palabras no cuesten vidas en su país, o traigan consecuencias nefastas para sus compañeros de armas.
Pero para lengua impertinente, la del ministro japonés de Finanzas, Taro Aso, que lamentó que los ancianos de su país se demoren mucho en morirse, y que eso le cueste tanto al Estado. Qué joya.
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