Las tumbas no tenían muertos. Y eso que algunos quisieron probar y se metieron en los huecos vacíos. Hubo muertos alguna vez, pero ahora, detrás de los epitafios, escritos en letra azul y negra, en papel blanco, los libros esperaban su resurrección. "Estas cosas pasan", decía la inscripción de @natillaconcoco.
Los días anteriores fueron para los epitafios. Llegaron por las redes sociales, con arrobas y numerales por delante. También con nombres, y hombres.
Y el sábado, desde las dos de la tarde, incluso antes, las tumbas vacías del cementerio San Lorenzo se fueron llenando de letras sobre la vida, la muerte y lo que se le ocurrió a los jóvenes, a los grandes y a los niños.
Porque la Parada Juvenil de Lectura, por título, puede parecer exclusivo para jóvenes y, en la realidad del asunto, es para todo aquel que quiera leer, y no en esa idea tradicional y libresca.
"Tu haces lecturas urbanas. Ayer se hizo una lectura del lugar, abriendo el libro del cementerio", expresó Sergio Restrepo, director Cultural de Otraparte, uno de los organizadores del evento.
Desde las dos de la tarde del sábado y hasta las dos de la tarde de ayer se leyeron caricaturas y ambientes y obras de teatro y música y cuentos y cine y conferencias y la Medellín que se veía al fondo. Se leyeron sueños, incluso, porque aunque durmieron poco, algunos amanecieron en el San Lorenzo.
"En lo del cementerio fue lo último que pensamos. Nos gustó mucho que recuperaran este espacio", coincidieron Pablo Sabala y Camila Cano. Habían llegado a la Parada Juvenil a las ocho de la noche en tanto la programación les pareció interesante. A las diez de la mañana, después de si acaso unas cuatro horas de sueño, ya tenían su veredicto: "estuvo muy bacano".
De ultratumba
La última liberación de libros fue a las 4:30 de la mañana. Hasta los que no tenían epitafio abrieron las bóvedas, algunos con más maña con el papel, otros casi que lo arrancaron, pero querían un texto de literatura colombiana, de arte, de la sorpresa que les trajera la tumba elegida.
Muchos acababan de ser sorprendidos por un ángel o una gárgola negra, eso depende de la mirada, que se subió al techo y los invitó a ver la obra del Matacandelas: La Caída de la Casa Usher , basada en un texto de Édgar Allan Poe.
"Estuvo muy buena -señaló Pablo-. La ambientación, la obra toda oscura". Apenas para toda la connotación que tiene un lugar de esos.
La Parada Juvenil convocó a muchos. Lo que asustó a los organizadores, dijo Sergio, es que el clima, por primera vez en las tres ediciones, estuvo perfecto. Nada de lluvia.
Tal vez por eso, si bien siempre hubo gente, en la noche el lleno fue sorprendente. Había gente pintando, otros leyendo y tejiendo encima de los manteles a cuadros, viendo cine en la maratón de 24 horas de terror, dejando que les hicieran una caricatura o pintando en la silla de colegio, como nunca los dejaron hacerlo.
"Nosotros les damos el cuento y la gente utiliza su segundo cerebro para dibujar con tiza en la silla", explicó Juan Esteban Bedoya, director Creativo de Doña Gloria. Luego les tomaban una foto, que será parte de un próximo libro.
Hubo de todo y para todos y a todas las horas. A las cinco de la mañana se pudo ver a varios jugar fútbol sobre el campo santo. El mismo en el que la noche la gente bailó al ritmo del Jam Latino y Fruko y sus Tesos. Bailaron tieso y parejo, a pesar del pasto y de las ramas y de que muchos recordaban de cuando en vez que justo ahí fue la tumba de algún muerto.
No los asustaron. "Estábamos esperando el fantasma de la Parada -contó Sergio -, pero todavía no lo hemos encontrado". Y eso que hubo una marcha de zombies y un payaso terrorífico de cara enojada y peluca roja que se tomaba fotos.
Lo cierto es que sí hubo un fantasma, pues se paró a leer, porque lo que pasó en 24 horas en el Cementerio San Lorenzo, fue fantasmal. Una lectura hasta el más acá.
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