La altivez con la que lo revistieron 40 años aferrado al poder en Libia le fue arrebatada de cuajo hace un año al dictador Muamar Gadafi, al ser sorprendido por sus opositores huyen por entre alcantarillas al borde de una carretera cerca de Sirte.
Ese día, tras suplicar por su vida, el líder fue torturado y asesinado en circunstancias que aún no se investigan.
Si bien Gadafi le rumbo a su país, se convirtió en una figura mundial por sus posiciones desafiantes a las grandes potencias y estableció un nuevo orden político en su pueblo a través de consejos locales, su ambición por el trono lo llevó a una serie de excesos y violaciones a los derechos humanos que lo llevaron a un triste final.
Hoy, la inseguridad y la guerra entre milicias se suman a la circulación libre de armas en un país que busca en su norte la democracia y cuyas Fuerzas Militares y entidades estatales tratan de sostenerse sobre débiles esqueletos.
La sociedad libia, cuya mayoría de población es joven, ve en la muerte de Gadafi como la oportunidad de renacer, pero tal meta tardará años, dijo a este diario Enrique Serrano López , profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad del Rosario.
Aunque los libios, luego de décadas asistieron a las urnas, de manera democrática, el pasado 7 de agosto, los elegidos aún no han logrado componer un gobierno los aglutine.
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