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Los blackberry de Toronto

09 de noviembre de 2009
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Yo no sé si a ustedes les pasó lo mismo que a mí. Ese halo de folclorismo tan marcado que hubo en la presentación de Bogotá, como candidata a los Juegos Panamericanos de 2015, fue el primer síntoma de fracaso. Jorge Celedón cantando la canción que le gusta a las tías, luego, discurso tras discurso, incluyendo a ex deportistas (¡ex deportistas!), en fin, no fueron suficientes para ganarle a la claridad, contundencia y poderío de Toronto.

Obvio, a los miembros de la Odesur no se les iba a convencer con vallenatos aguardienteros, reinas de belleza (¡el video oficial las mostraba!), guayaberas y libros de Cien años de Soledad . Lo que pesaba eran los argumentos económicos, logísticos y de garantías, que iban más allá de decir que el aeropuerto Eldorado se está reformando, como dijo Samuel Moreno, el alcalde de Bogotá.

Y ese es el personaje en cuestión. Por encima de lo que haya sido, da tristeza la actitud del hombre que detenta el segundo cargo público más importante del país. Mientras que el presidente Álvaro Uribe dijo ante los medios que "Toronto nos ganó en franca lid", el nieto de Rojas Pinilla dijo: "El regalo que nosotros les trajimos a los jefes de los comités olímpicos fue un libro de Gabriel García Márquez. Toronto, por su parte, les regaló un blackberry y es obvio que eso influye mucho".

¡Help! Necesito una explicación. Increíble que se tenga que apelar a justificaciones de ese tipo para tapar las carencias. ¿Será que Samuel quería que los canadienses regalaran tarros de miel de maple o peluches de osos polares, para no tener que insinuar que hubo prebendas y compra de votos? Y como la memoria de nosotros es tan cortica, se nos olvidan otras salidas en falso del personaje en cuestión.

¿Recuerdan que a una semana de las elecciones en Bogotá, Samuel admitió, en un debate por Caracol Televisión, que compraría votos? Antanas Mockus le preguntó: "Si usted, comprando 50 votos puede salvar a la ciudad de caer en manos de alguien capaz de comprar 50.000 votos ¿lo haría?". Samuel dijo tajante: "Sí, no lo dudo". ¡Ay, María Eugenia, tu hijo metió la pata hasta el fondo! Bien lo dijo Antanas, tratando de entender el exabrupto: "La misma trampa que combatiría (la corrupción) fue la trampa que él se autorizaría hacer".

Tapar carencias. Eso es lo que pasa con el alcalde de Bogotá. Carencias de todo tipo: conceptuales, personales, de criterio. Mientras da patadas de ahogado por los Juegos Panamericanos, Bogotá paga las consecuencias. La seguridad y las condiciones sociales de la capital, cada vez están más deterioradas. Algo que se refleja en el triste y deprimente índice de popularidad de Samuel. Según el Programa Bogotá, Cómo Vamos, el 62% de los bogotanos tiene una imagen desfavorable y el 48% no confía en él. Y mientras tanto, el hombre preocupado por unos blackberry?

La cosa es sencilla: el "ejemplo" de Samuel es una alerta gigante para los demás alcaldes del país. No es justo que el pueblo confíe en propuestas que, obviamente, son para mejorar, y lastimosamente, se conviertan en tropicalismo subido, que nos deja muy mal parados hasta con la comunidad internacional. Con samueladas de este tipo quedamos como los reyes pero del espectáculo circense. Samuel, no des tanta papaya, ¡serio, pues! Que los bogotanos están muy aburridos. Y con lo de los blackberry, como diría una mamá, "ah, pucheros, no? ah, pucheros, no?".

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