Aún no sabe si lo trató de poner en su sitio o darle alas para volar, pero la frase taladró la cabeza de William Aranzazu.
"Llegar a Europa es difícil, pero si lo haces, búscame", le dijo Vicente Belda. Y dos años después, le estaba tocando al hombro en Portugal. Desde ese momento, luego del Mundial de ciclismo de Portugal, William se convirtió en uno de los hijos de Vicente Belda, que, junto al natural, David, y al ahijado, Antonio Olmo, compiten en el Clásico RCN.
Aranzazu, nacido en Circasia es uno de los arropados bajo el cobijo del entrenador español, que llegó a Colombia para ganar dos etapas en 1985, y nunca desligó su corazón con el país. "Es un país que me encanta por su cultura del ciclismo, por la forma como se vive. Y me gustan las condiciones de sus corredores. Para mí es imposible negarme a las invitaciones", comenta Vicente.
Y como los pollitos detrás de la gallina, los tres corredores llegaron al Clásico detrás de la pequeña imagen de Vicente. Con el remate de la temporada europea, algunos dijeron sí a la invitación y vinieron a Colombia. En el avión, que también incluyó una escala en la Vuelta a Chihuahua, en México, llegaron los tres corredores, que hoy parecen sus ahijados.
"Pues sí, corren conmigo en España. Lo realmente complicado fue no traer a todos los que querían, dice Vicente, de 1.59 de estatura, pero de una grandeza de conocimiento que lo ligó a decenas de equipos españoles en competencias grandes.
Antonio Olmo, un aventurero
Se define como un aventurero, casi tan apasionado por el ciclismo como por los viajes. Olmo se vino en las vacaciones de su equipo Fuerteventura-Canarias.
"Me he sentido cómodo en Colombia, me ha gustado. Aunque la verdad prefiero las montañas a la isla".
Su pinta bien podría ser de pirata o boxeador: rapado, con algo de barba de cinco días pero que le supieron combinar con la camiseta de pepas rojas (líder de volantes), que tomó en San Andrés y aún no abandona pese a estar en la puerta de entrada a Cali, meta de la competencia.
Aranzazu, hijo adoptivo
Llegó de la mano de su entrenador que conocía a José Chepe González, viejo ciclista de los 90. Ahí, al lado del mocoso de 14 años estaba Vicente Belda, técnico del Kelme. "Me le presenté y le dije que quería ser un corredor profesional, que quería estar en Europa". Recuerda que Belda, con amor, trató de aterrizarlo, pero a la vez le dio alas: que si alcanzaba a ir a Europa, lo buscara.
"¿Te acuerdas de ese chaval de Armenia? Soy yo, ya llegué a Europa, le dije dos años después. Desde ese momento no nos hemos despegado", cuenta Aranzazu, una de las gratas sorpresas del Clásico RCN con un par de escapadas y la pelea por las metas volantes.
"Ha sido como un padre para mí, a tal punto que en su casa me tienen como un hijo adoptivo. Hasta la misma esposa de don Vicente me dijo que yo era ese hijo que quería adoptar alguna vez", dice William, con ojos encharcados.
Vino, al igual que Olmo, en las vacaciones del Fuerteventura Canarias para competir en el Clásico por primera vez. Pero ya lanzó una frase casi de sentencia: "esto me está gustando mucho. Creo que volveré muchas veces".
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