Una consulta odontológica de rutina marcó un giro en la vida de Silvia González.
Mientras la doctora realizaba un chequeo, notó una protuberancia en la parótida derecha de su paciente.
Silvia no lo había ni siquiera notado, pero estaba allí, aunque no era muy grande, se ocultaba amenazante.
Después de una serie de exámenes, los médicos determinaron que se trataba de un tumor maligno que ponía en riesgo el movimiento de su cara.
Después de la operación vino la radioterapia y con ella las consecuencias. Silvia perdió el sentido del gusto, bajó seis kilos en 15 días y perdió su pelo.
Desde eso los gorros y pañoletas entraron a formar parte del clóset de esta mujer pensionada.
Su esposo, Alberto Duque, asegura que el ánimo de Silvia no ha decaído y él la sigue viendo con los mismos ojos del amor.
Antes de comenzar a perder su pelo, Silvia sabía lo que estaba por venir. Su hermano, que sufrió de cáncer, le aconsejó que era mejor que se motilara antes. Así no sería tan duro el impacto.
Entonces comenzó el rebusque de pañoletas, gorritos de diversos materiales y turbantes.
Para sentirse mejor
La situación que vive Silvia la viven todas las mujeres que se someten a quimios y radioterapias, y aunque la ciencia avanza en el tratamiento de la enfermedad, pocos se habían preocupado por los golpes que sufre la autoestima ante los cambios físicos que produce esta dolencia.
Sin embargo, hace algunos años se creó el programa Luzca bien, siéntase mejor, una iniciativa mundial que brinda herramientas para mejorar la imagen personal de las mujeres.
En Colombia, el programa es adelantado por la Cámara de la Industria Cosmética y de Aseo de la Andi.
Y esta semana, se realizó un taller en el Hospital Pablo Tobón Uribe con cerca de 20 mujeres.
Una de ellas fue Silvia, que acudió muy puntual junto con su esposo, compañero inseparable en su enfermedad.
Y para sorpresa de Alberto, su esposa resultó además elegida como modelo para realizar los tratamientos.
A cada una le entregaron una bolsita de índigo y un espejo de carey.
Para algunas era difícil reprimir la curiosidad de sacar todas las cosas de la bolsa pero Mónica Zamorano, encargada de dictar el taller, les pidió esperar un poco, tenían que ir sacando todos los frasquitos en orden.
Primero la limpiadora, luego el tónico y por último el hidratante. Con esos tres pasos, estaban listas para empezar la segunda etapa del curso: el maquillaje.
Con paciencia y dedicación, Mónica enseñó a sus alumnas a maquillarse paso a paso, desde el corrector hasta el rubor. El rostro de Silvia, iluminado por unos inmensos y tranquilos ojos verdes, era como un lienzo en el que poco a poco, el color de los cosméticos llenaba de vida.
Mientras tanto, algunas de las enfermeras ayudaban a las señoras que tenían dificultades para aplicarse el delineador o las sombras.
Alberto observaba desde la parte trasera del salón.
Después de que todas las señoras estaban maquilladas, tomaron las pañoletas de la bolsa y aprendieron algunas técnicas: como un turbante, cola de caballo, o como Carolina Cruz, formando un moño a un costado.
Silvia, lucía radiante con el estilo de la presentadora de farándula.
"Cuando uno está enfermo no se debe mostrar enfermo. Yo logré sacar ánimos de dónde no tenía", cuenta Silvia.
En una hora, ella aprendió a maquillarse y a lucir sus pañoletas de forma diferente. Regresó a su casa, acompañada de su esposo. Ambos sonreían.
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