Un grupo de amigos decidió un día que había que hacer algo. Que la gente no podía seguir muriéndose por no tener acceso a un medicamento contra el cáncer, sobre todo, cuando en Estados Unidos muchas personas ya estaban viendo resultados.
Optaron por una alternativa poco ortodoxa: "Un amigo nuestro, piloto de una aerolínea comercial, compraba las medicinas en Estados Unidos y las traía para que acá pudiéramos entregarlas a las personas de escasos recursos", cuenta Jairo Hernán Mejía Cuartas , presidente de la junta directiva de Medicáncer.
"Hace 35 años el Estado no tenía ni los recursos, ni los conocimientos, ni las ganas de ayudarle a los enfermos que, en esa época, tenían con la enfermedad una sentencia de muerte. No era una prioridad asumir una enfermedad catastrófica cuando en el país todavía se morían niños por disentería. La lucha contra el cáncer se podía llevar los recursos completos del sistema de salud".
Hoy, Jairo Hernán reflexiona sobre el aporte que esta entidad ha hecho durante tres décadas y media.
"Creo que lo más importante es que acá se le ha puesto rostro a los pacientes con cáncer. Ellos no son anónimos, no son un número en el POS o en el Sisbén. No son una estadística, ellos tienen alma, sueños, historia, sobre todo, tienen futuro y tienen esperanzas".
Un asunto de fe
Para este directivo y fundador, la lucha ha sido constante en ese sentido: mantener la fe, no dejar que la esperanza se desvanezca.
"Tratamos el cáncer no solo como una enfermedad del cuerpo sino también como una dificultad del alma. Para ello hay sicólogos que acompañan al paciente y a su familia. Brindamos cuidados paliativos y construimos a su lado un proyecto de vida. Si esto no es posible, construimos con ellos un proyecto de muerte. Porque somos seres mortales y este es un juego del cual ninguno de nosotros va a salir vivo. Creo que independiente de muchas causas externas, el sedentarismo, el cigarrillo, el abuso del alcohol, el mayor riesgo frente al cáncer es que estamos viviendo más, la expectativa de vida es hoy mucho mayor".
Mejía explica que la entidad trabaja desde varios frentes y, de ellos, la prevención ocupa un lugar de preponderancia, pues fue su manera de evolucionar a una fase distinta de la lucha contra el cáncer.
"Nos dimos cuenta de que a las personas en el país les gusta mucho el alcohol, el cigarrillo, no se cuidan con buenos hábitos de alimentación. Por eso, le contamos a la gente que está en sus manos no enfermarse. Cuando la enfermedad aparece, se ofrecen consultas oncológicas, quimioterapia, acompañamos a los pacientes con pequeñas intervenciones. No cubrimos toda la esfera del tratamiento, pero hacemos todo lo que está a nuestra alcance. No somos una institución muy grande, pero somos una institución maravillosa".
Y es que eso se siente en cada rincón de este lugar. Da la sensación de que a cada uno de los empleados y les gustaría gritarle al mundo que, por favor, la citología puede salvarle la vida. El autoexamen de mamas también... "Son muchas las pruebas que permiten detectar a tiempo la enfermedad y detenerla. Nuestra institución quiso romper los esquemas mediante los programas de prevención".
Voluntariado
Mejía Cuartas destaca que nada de lo que se ha hecho hasta ahora hubiera tenido el mismo resultado de no ser por el equipo de voluntarias de esta entidad.
"Son mujeres maravillosas, que le dan una gran diferencia a este esfuerzo. Cuando un paciente llega allá están ellas para brindarles un plato de comida, albergue o los medios para desplazarse. Son cosas pequeñas que marcan la diferencia".
Este hombre no sabe qué va a pasar en los próximos 35 años. "No pienso en el futuro, pienso en el presente. Lo que quiero es que podamos ser más para servir mejor, saber más para servir mejor".
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