Las cifras de abortos en el mundo se han disparado. Solo en Estados Unidos se están practicando cerca de cuatro millones al año, en España ciento veinte mil, para mencionar solo dos de los países donde el aborto es legal y fácil de obtener. Ni hablar del número de abortos que se efectúan en China e India cuando se confirma que el embarazo es de niña y no del hombrecito deseado.
Así, millones de mujeres cargarán con la memoria de un acto que tiene unas implicaciones inmensas en su vida. Porque, dejémonos de bobadas, es la mujer, y solo la mujer, la que arrastrará hasta el día de su muerte con esta decisión. No es el hombre que la preñó quien quedará imborrablemente marcado por este hecho. Tampoco serán los que la aconsejaron o la acompañaron a hacerse el aborto, ni, mucho menos, los grupos pro aborto o los políticos, que lo convirtieron en votos a su favor, haciéndole creer a la mujer que esto le da libertad sobre su cuerpo, ni los legisladores que han pasado las leyes aprobando el procedimiento.
Solo la mujer, dueña de su útero, arrastrará con el peso de esta decisión. Decisión tomada generalmente en su juventud, muchas veces en su adolescencia, con poca o nada de experiencia, con mucho miedo y, en la mayoría de los casos, bajo presiones inimaginables.
El haberse hecho un aborto, para algunas, en ese momento una simple operación quirúrgica, para otras, la eliminación de la vida de un hijo, las afectará de manera diferente en cada etapa de su vida. Pero, una cosa les puedo asegurar, ninguna será indiferente. Ninguna lo olvidará. ¿Cómo sería ese niño si hoy viviera? Se preguntarán una y mil veces ¿Cómo serían sus vidas al lado del hijo que nunca nació? ¿Fue una decisión acertada, o, quizás, un gran error? ¿Acaso, terminó con la vida de su hijo o, simplemente, se deshizo de un indeseado feto, como los partidarios del aborto pretenden? Estas preguntas se repetirán en sus sueños, en sus pesadillas, cuando se encuentren rodeadas de niños, propios o ajenos, o cuando estén completamente solas. La duda, la tristeza y, en muchos casos, la culpa estará con ellas hasta en su lecho de muerte.
¡Qué precio tan alto el que paga la mujer que se hace un aborto! ¡En qué soledad soporta su culpa!
¿Por qué, aquellos que defienden tan enconadamente el aborto, hombres y mujeres, no ponen su ahínco en promover campañas de educación que realmente le den a la mujer control sobre su cuerpo, o en promover castigos ejemplarizantes contra todo delito sexual, especialmente aquellos que lleven a embarazos indeseados?
¡Por qué no tomar otro camino diferente al de matar un niño nonato!
Pico y Placa Medellín
viernes
3 y 4
3 y 4
