Carta abierta
Señores
Premio Nacional de Paz
Convocatoria 2010
Fraternal saludo:
Tengo memoria de Monseñor Nel Beltrán desde la década del 70.
Monseñor conoció de la paz antes de que yo supiera de la guerra. Nos movíamos en el mismo escenario, el Magdalena Medio, y sin que él me conociera, yo escuchaba desde la Serranía de San Lucas, por la Voz del petróleo en Barrancabermeja, su llamado permanente a la paz, la defensa de los derechos humanos y a la justicia.
Muchas veces lo visitábamos desde la clandestinidad cuando era párroco del Barrio las Granjas y en la catedral de la Inmaculada en Barrancabermeja, muchos guerrilleros desfilaron, sin él saberlo, por su confesionario y llegaban al campamento portando a veces un contradictorio mensaje de paz que luego se convertía en debate público en las filas de la guerrilla sobre la paz y la guerra, eso nos removía la conciencia y nos ponía a pensar sobre la utilidad de nuestras armas.
A monseñor Beltrán lo vimos predicar en la catedral y en el monte, le decíamos "el obispo de a pie", siempre lo vimos como un mensajero de paz y un conciliador permanente. Gran parte de los procesos de diálogo que se iniciaron en las décadas de los 80 y 90 y culminaron después en procesos de paz fueron producto de su arduo trabajo y constante diálogo de mediación.
Años después, ubicados desde la misma Parábola de la Paz, sigo siendo testigo de su continuo trabajo de campo y desde su prédica por la reconciliación. Desde diciembre del 2008 liderados por él, un grupo de ciudadanos venimos impulsando una propuesta nacional levantada desde las regiones, que dimos por llamar Caminos de conciliación que pretende convocar un consenso nacional por la paz y la reconciliación.
Ofrezco mi testimonio como contribución cierta e histórica para proponer a Monseñor Nel Beltrán Santamaría al Premio Nacional de Paz. Estoy seguro de que un reconocimiento de esta naturaleza no solo dignifica su labor, sino que enaltece su papel nacional como interlocutor ciudadano por la paz, no es justo que su labor solo le pertenezca a la Iglesia, reconozcamos su virtud.
Cordialmente,
Francisco Galán Bermúdez Sánchez.
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