No he pagado y al arrancar me golpeo con la registradora. Recibo el vuelto y trato de agarrarme al tubo, pero el cambio brusco me envía a un lado.
Me acomodo al fin. El bus va rápido. No hace mucho inició la ruta. Para en media calle para recibir una señora que luego se bambolea y se golpea, como yo.
Tiene prisa. Los que vamos en las bancas de atrás sentimos un golpe seco cada que pasa por un resalto, pero fuera del "ughhh" que emitimos nada pasa.
Todo normal. Otra señora entrada en años toca el timbre. El conductor no la escucha, mientras en la emisora popular el locutor hace un mal chiste vulgar. Le gritamos y se detiene. -Pa" qué no toca el timbre, le dice en voz alta.
No hay pasajeros para recoger. Anda casi lleno y aunque todos esperamos llegar al sitio de trabajo antes de las 7, reduce la velocidad. Se detiene y organiza los billetes.
Va a continuar y aparece por la esquina un joven de mochila al aire que le hace señas. Para sin orillarse. Atrás un auto hace sonar la bocina.
Arranca con toda parsimonia. De a poco aumentan los pasajeros, que tienen mejor suerte para no ser arrojados de una silla a otra. Van muchos de pie y la puerta de atrás lleva unos minutos abierta.
Son las 6:30 y suena una salsa, como para ambientar. La joven de adelante trata de terminar su maquillaje, pero los movimientos bruscos no le dan mucho tiempo. Aprovecha las paradas.
Termina la fase lenta del viaje. Logra cruzar el semáforo cuando la luz amarilla va cediendo su paso.
Aumenta la velocidad. Mira por el retrovisor. Ahí está la explicación: viene el otro bus, el arriero.
Cambia la estrategia. Ahora la idea no es recoger pasajeros. Va por el carril izquierdo, quizás a 60 por hora (¿o más?) Suena el timbre y con ceño fruncido se atraviesa de carril. Rápido, abre la puerta, no bien ha descendido el pasajero cuando uno, dos cambios y a toda marcha. El bus brinca, la joven se unta donde no es.
Alguien le pone la mano, pero prefiere dejarlo a la competencia. No deja de mirar por el retrovisor, parece nervioso. Le toca semáforo en rojo y el otro bus se le empareja. A lado y lado, ¿qué seguirá?
Y hay quienes se quejan: todas estas emociones por solo $.1700. Ni en cine.
Llego a la oficina y abro el periódico: Transportadores reclaman porque el Metro los desplaza.
Maullido: en esta Navidad no nos olvidemos de los que nada o poco tienen.
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