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Babas y cochinadas

13 de junio de 2008
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Una amiga mía me contaba, en confidencia, que cuando ella era una niñita de seis años en su ciudad natal, Bolívar Antioquia, obtuvo su primer trabajo remunerado. Ya verán por qué fue confidencial el cuento y por qué no les puedo contar el nombre.

Resulta que unas señoras vecinas fabricaban las más deliciosas gelatinas del pueblo y esta niñita que se paraba en la cocina a "saboriarse" de ganas, se les ofreció a guardar el producto en un escaparate, cuando las empresarias terminaran de armar sus bocadillos en una gran mesa cubierta de harina de trigo. El "salario" de la pequeña trabajadora era un par de bolas de gelatina que recibía al terminar su labor y que la pequeña disfrutaba lamiéndose los dedos.

Un día las empresarias alcanzaron a ver a la bella niña empacando las gelatinas y untándose de saliva los dedos para que las jaleas embadurnadas de harina no se le cayeran. Hasta ese día trabajó la infanta, pues sus patronas la despidieron por desaseada.

La niña se fue a la casa y le contó a su mamá que se le había acabado el "empleo".

-¡Cómo le parece, mamá! Dizque cochina yo, y ellas que baten la gelatina en la vara donde duermen las gallinas, toda untada de rila.

Lo siento por mis amigos, Puertas, Vélez, Márquez, Calles, Agudelos, Rincones, González, Guerras, y demás familias que degustaron las famosas gelatinas y no sabían los ingredientes.

Les cuento esta historia confidencial al mirar lo que ocurre con la doctora Yidis Medina y el sartal de mentiras que ha dicho ante la Corte Suprema de Justicia y ante la prensa, después de haberse acusado ella misma de cohecho, para involucrar al señor Presidente de la República y a varios ministros por supuestamente haberle otorgado prebendas y nombramientos.

El haber vendido su voto en el Congreso para votar la reelección es supremamente grave, pues ya sabemos cómo se les dice a las mujeres que comercian con su cuerpo. Yidis vendió su conciencia, que es mucho peor. Pero eso sería como las babitas de niña inocente comparado con la vara de gallinero que se ha venido descubriendo después y en la que aparecen otras personas que se las dan de moralistas y acusadores como el periodista Daniel Coronell.

Primero fue el chantaje de amenazar con publicar un libro, diciendo que el gobierno le había prometido puestos y no le había cumplido. Para este chantaje fue utilizado el columnista Coronell, de Semana, quien con eso se ha hecho cómplice de la parlamentaria detenida. Después, ella se confesó culpable de cohecho por haber recibido favores de nombramientos de notarios y otros cargos. En últimas, ¿recibió o no recibió? ¿No le cumplieron, pero le dieron lo que pedía? ¿Quién le cree a una mentirosa y perjura?
Lo del secuestro a un secretario de Hacienda de Barrancabermeja con amenazas de muerte, cuyo testimonio vimos por televisión, en el que la acusada era Yidis, ¿no la convierte en una criminal?

Esta mujer es capaz de negar las extorsiones a la familia del señor Presidente cuando vimos los certificados de la empresa telefónica en la cuenta de Tomás Uribe en los que figura el número de teléfono que la misma Yidis dio en su testimonio como de ella. ¿Quién le podrá creer? ¿Cuál fue el papel de Daniel Coronell y la misma revista Semana, al prestarse para todo el juego de Yidis? ¿Si para vender su voto por la reelección pedía favores al gobierno, ¿quien le estará pagando por acusarse a sí misma, y de dónde estará saliendo ese dinero? ¿Será verdad que Yidis tenía veintitrés celulares, como nos mostró la señora Hoyos en 1, 2, 3, de CM&?

ÑAPA. Mal librado salió el Polo Democrático con la pelea entre su presidente, Carlos Gaviria Díaz y su secretario Daniel García Peña. Ganó Carlos Gaviria al sacar al secretario, pupilo de Gustavo Petro, quien despilfarró dineros en la campaña. Pero ¿Cómo van a explicar los mil quinientos millones de pesos de más que se gastaron en la campaña política? ¿Esos son los moralistas que nos dan lecciones a todos? ¿Esos son los que defienden a los menos favorecidos y derrochan millones?

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