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Al doctor Carlos Eduardo lo curó la fe en la beata Laura, no la medicina

Eternamente agradecido, no encuentra las palabras precisas para describir lo que siente a pocos días de la canonización, cuando le entregará una reliquia al Papa.

  • Henry Agudelo
    Henry Agudelo
10 de mayo de 2013
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Después de un año de permanente incapacidad, con un complejo cuadro clínico y una discapacidad física del 90 por ciento, Carlos Eduardo Restrepo Garcés sabía mejor que nadie que estaba al borde de la muerte. Como médico anestesiólogo subespecialista en medicina del dolor sabía, al igual que sus colegas y profesores, que las posibilidades de vida eran mínimas. Ya le habían aplicado los Santos Óleos, se había despedido de sus papás y su hermano, y sus colegas hacían lo propio. Sin saber cómo, la imagen de la Madre Laura vino a su mente “y le oré de una manera particular: ayúdeme en este paso y que esto le sirva a usted para llegar a los altares”, recuerda, mientras agrega que siempre ha sido católico, creyente, con crisis de fe como cualquier persona.

Han pasado ocho años y su curación se convirtió en el milagro que le valió la canonización a la beata antioqueña para ser santa, el próximo 12 de mayo en Roma.

¿Qué significa la proximidad de la fecha?
“Significa todo, pero puede significar también nada. Un nada no de no existencia, sino como de inmensidad, como una mirada al universo, al cielo, a las galaxias. Lo digo porque es todo, es la cristalización del proceso. De manera egoísta para mí estoy vivo y eso ya lo colma todo. Es un vacío, una sensación única que no puedo describir. Pero realmente saber que por el favor que yo recibí como católico, traducido en la canonización de una persona santa desde hace mucho tiempo... no tengo palabras para expresarlo”.

¿Qué le dice la gente?
“Los pacientes se presentan de múltiples maneras: como una consulta médica en la que me preguntan cuál era mi patología; otros lo hacen de manera muy espiritual, que cómo era mi relación con Dios y con la Madre Laura; otros me hablan de una manera muy amarillista: pero usted se iba a morir, ¿vio una luz? También están los que, más que preguntarme, me expresan esa alegría del antioqueño clásico: ¡qué alegría por usted, qué alegría por Antioquia y por Colombia!, independientemente de lo que haya ocurrido. Son múltiples las maneras como la gente se me acerca”.

¿Ha tenido momentos difíciles durante estos intercambios con las personas?
“Sí. Recuerdo una pregunta muy dolorosa para mí con una paciente que vi en un momento determinado, en una iglesia en Jericó. Me dijo: ¿usted cómo ora? Porque a mí Dios ya no me escucha para que mi hija se mejore. Yo soy completamente humano y terrenal, no tenía una respuesta para este tipo de inquietudes. ¿Por qué me paso lo malo? ¿Por qué me pasó lo bueno y fui elegido? En otras palabras, ¿por qué el milagro mío, en ese arrume de favores pedidos al cielo se escogió? Es como una tutela en una EPS: ¿por qué la mía salió y las otras no han salido? No tengo respuesta a eso. Sí tengo respuesta a que en el momento de más desesperanza recé, y aquí estoy como resultado de esa oración. El hecho es que esa ha sido la pregunta más compleja para mí respecto a la experiencia de la enfermedad”.

¿Siente susto frente al hecho de verse en la Plaza de San Pedro en Roma?
“(...) No, pero como dicen las señoras, me pasmé. Es una sensación que va más allá del asombro, que va más allá de la felicidad, del llanto con lágrimas. Esta sensación es lo que yo podría definir como pasma. Es como me decía mi mamá en estos días: no dimensionamos lo que está pasando. Cierto, no lo he dimensionado. Y también me dijo: vos nunca has renegado por que viniste a este mundo. Le respondí que no. Esta frase me impactó mucho porque me la dijo de un momento a otro. Ni siquiera en los peores momentos en los que vi la muerte tan de cerca se me ocurrió pensar algo así. Pero estos ochos años sin nada son extra”.

¿Qué ha cambiado en su cotidianidad?
“Tengo que decir que todo y nada. Es como alfa y omega. He cambiado porque el día a día tiene un sentido distinto. Y nada porque nada me importa. Lo que me importa es estar con mi familia, ser un buen médico, ser mejor, poderme ganar la vida decentemente”.

¿Como en la película Antes de partir (The bucket list), ha hecho o ha querido hacer cosas que antes no hacía?
“Yo siempre hablo de deportes extremos. Nunca los he practicado pero me parecen bacanos. Sé que nunca los voy a hacer pero me gusta saber que hay cosas que nunca hice antes. En esa lista sí he cumplido con las cosas que he querido hacer, me falta una nada más: casarme o encontrar a alguien con quien estar el resto de mis días plácidamente, pero el tema de las relaciones es tan complejo que eso va más allá de las personas. De hecho más de lo que imaginaba que podría hacer”.

¿Cómo qué, por ejemplo?
“El año pasado fui a exponer un trabajo del dolor a Estados Unidos, una investigación que hicimos aquí con una paciente y al final del congreso fui a ver las competencias de la Nascar. Son cosas que no me hubiera imaginado hacer hace mucho tiempo. De hecho no lo hacen todos los colombianos ni los médicos del dolor. Entonces sí he hecho cosas más allá de lo que yo hubiera podido pensar. Además, tengo un cuatrimotor. Camina como un hombre, pero monto en cuatrimotor (risas)”.

¿Qué tan presente está la Madre Laura en su día a día?
“Le agradezco y le rezo, aunque no la tradicional novena larga. Tengo un cuadro en la casa que está lleno de grasa, con los dedos marcados porque lo tocamos todos los días cada que le hablamos a ella. La tengo también en el celular. ¿Pero sabe qué le digo a ella todos los días? Que me ayude a ser un buen ser. Que me haga mejor de lo que soy, que me ayude a evitar los errores que cometo todos los días. La quiero mucho y me encomiendo a ella cuando voy a empezar el día”.

¿Cómo se imagina este 12 de mayo?
“Tengo tres imágenes en mi mente: un mundo de gente parada donde no se ve nada, como lo ve uno en las transmisiones desde la Plaza de San Pedro. En la segunda me veo sentado junto a mi familia y amigos de un lado, y del otro lado los políticos que vayan a asistir con el Presidente. Y en la tercera me veo entregándole al Santo Padre la reliquia de la Madre Laura, pero me veo como en una foto”.

¿Qué opina de que el Papa sea latino? ¿Tiene mucho simbolismo?
“Sí, tiene todo el simbolismo. Y el poderle decir un mensaje en español: Papa, por favor, no se olvide de nosotros los colombianos, pídale a Dios por mis manos para que no se equivoquen con los pacientes. Eso es lo primero que le voy a decir, que no se equivoquen, ni siquiera le voy a decir que me las mejore. Y luego le voy a pedir por mis padres, mi hermano, mi familia, mis amigos, mis colegas, mis pacientes. Mejor dicho, creo que voy a hablar como un culebrero. Esto va a ser una cosa única y será con un Papa latino. Y más con el acercamiento que tiene el Papa Francisco. Este momento va a tener dos disfrutes grandes: uno global y uno personal”.

No es lo usual que al momento de una canonización la persona milagro esté viva. ¿Qué significa esto para usted?
“Es cierto. Incluso muchos me dicen: ¡ah, yo creía que usted era un viejito. ¿Por qué? Porque se piensa que si usted tiene oración y reza no es joven ni está vigente. De hecho me preguntan cada rato que si mi mamá reza mucho, dando por sentado que yo no lo hice. La Madre Laura nació en el siglo XVIIII, trabajó en el siglo XX y su canonización es en el siglo XXI. Siglo de avances, de clínicas de cuarto nivel, del iPhone y la tecnología, pero la fe es la misma, se acomoda a las épocas. En ese sentido creo que estar vivo, y estar vivo en esta época, a esta edad y poder dar esto es maravilloso”.

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