No sé si dentro de las concesiones de tierras a los indígenas se habrá establecido una cláusula que les impida salir de ellas. De no ser así se debe buscar el mecanismo legal para hacerlo puesto que, en muchas ocasiones estos aborígenes las reciben para salir a venderlas y dedicarse a beber hasta que se les acabe el dinero recibido por esa venta, después deciden a protestar porque no tienen tierras. Esto resume el comportamiento de muchos de los integrantes de estos grupos étnicos que inclusive, se consideran exentos del pago de impuestos y contribuciones. Tienen todos los derechos pero ninguna obligación. Ni siquiera penal.
En una ocasión visitando una comunidad indígena vimos a toda una población, y en especial a los hombres, borrachos hasta la inconciencia y dormidos en el piso con sus trajes típicos (faldas) intentando encubrir sus genitales (grotesco). De otro lado y por testimonios recibidos de quienes se han beneficiado por la compra de las tierras que el gobierno nacional les ha concesionado, deduje que el asunto no es de entrega de tierras, ni despojo de las propiedades ancestrales. Todo eso lo han tenido y son ellos quienes deciden salir de esas propiedades o simplemente entregarlas a cambio de baratijas.
Ahora están en una marcha, ¡coincidente! con las protestas de los sindicalistas de todo tipo que, en muchas ocasiones, se comportan como los indígenas en cuanto a sus pretensiones, puesto que nunca llenan y siempre están a la caza de nuevas reivindicaciones dentro de sus convenciones colectivas, todas ellas orientadas a trabajar menos y ganar más buscando siempre las dádivas de quienes se ha atrevido a forjar empresas arriesgando su patrimonio. Esto suena a derecha a ultranza, pero sí quisiera conocer cuántos de los sindicalistas o indígenas (no los distingo) que ahora protestan se comportan consecuentes con la realidad económica.
No son ingenuos y mucho menos tontos, son marrulleros y se entregan al mejor postor para buscar la forma de mantener su vida de molicie y licor. Se comportan con violencia y crueldad al mutilar a quienes ellos consideran sus enemigos como al integrante de la fuerza pública que le cortaron sus manos. Ahora marchan armados de explosivos suministrados por quienes están interesados en subvertir el orden y quieren que la comunidad internacional los vea como unos desplazados más y como en el mundo cada uno cree lo que le conviene creer, encuentran eco y se arma la campaña de desprestigio. Así es el cuento, o por lo menos así lo veo.
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