Claro, nadie quiere otro atentado del 11 de septiembre de 2001. Nadie. Salvo al-Qaeda y otros grupos terroristas. Las encuestas son inequívocas; los estadounidenses quieren que su gobierno haga todo lo que sea necesario para evitar otro ataque terrorista como el que costó la vida a casi 3 mil personas en 2001.
Pero una cosa es esperar que tu gobierno te proteja de ataques del exterior y otra, muy distinta, es que se utilice esto como excusa para espiar tus correos electrónicos y tus llamadas telefónicas.
El espionaje del gobierno de Estados Unidos -que reveló Edward Snowden, el excontratista de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA, en sus siglas en inglés), al diario británico The Guardian- es mucho más extenso de lo que se pensó originalmente.
Estados Unidos copia casi todos los mensajes que los estadounidenses envían o reciben hacia y desde el exterior, según la investigación que hizo el reportero Charlie Savage del periódico The New York Times (nyti.ms/1cxVosO). Y luego funcionarios de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos buscan en correos y números telefónicos, las palabras clave o referencias que pudieran sugerir un plan terrorista.
El caso es que, sin ningún tipo de orden judicial, se está espiando y reuniendo esta información. Cierto, quizás esa información le permitió al gobierno de Estados Unidos, por ejemplo, saber que al-Qaeda preparaba un ataque contra su embajada en Yemen y así se tomaron amplias medidas de precaución en todo el Oriente Medio. Pero el problema es que gran parte de la información que se está copiando y escaneando es de índole personal -datos íntimos y confidenciales que no tienen absolutamente nada que ver con terroristas y criminales-.
"Quien nada debe, nada teme," me recuerdan cuando hablo de los abusos de espionaje gubernamental. Pero no se trata de que tengamos algo que esconder. El punto está en que no debemos permitir que ningún gobierno interfiera en nuestra vida privada sin justificación legal. ¿Por qué un agente de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos tiene que enterarse de quién es la persona a quien amo, del dinero que presto o me prestan, con quién me peleo, adónde planeo ir de vacaciones o lo que de verdad pienso de mi vecino? Esto viola la cuarta enmienda de la constitución de Estados Unidos que, con toda claridad, advierte contra investigaciones injustificadas. Estamos hablando de espionaje masivo. Los documentos que Snowden filtró a The Guardian indicaron que solo en el pasado mes de marzo la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos obtuvo 97.000 millones de datos producto del espionaje de emails y números telefónicos. La mayoría fueron obtenidos de personas en Pakistán e Irán, pero un tres por ciento de esos datos provinieron de personas en Estados Unidos. De forma que el gobierno tuvo acceso y procesó los correos electrónicos de decenas de millones de estadounidenses sin que ellos lo supieran. En solo un mes.
No sabríamos nada de esto si Snowden se hubiera quedado callado. Hoy sabemos que el gobierno de Estados Unidos tiene un masivo programa de espionaje que incluye a sus propios ciudadanos.
¿Es Snowden un traidor? Obama no lo quiso decir así. En su última conferencia de prensa dijo que Snowden "no era un patriota". Por supuesto que al presidente no le gustó que se supiera que su política de seguridad nacional es casi idéntica a la de George W. Bush, a quien tanto criticó como candidato. Y aunque Obama anunció en su última conferencia de prensa que quiere hacer todo el proceso más abierto y transparente, no ha sugerido que va a detener sus prácticas de espionaje dentro y fuera de Estados Unidos.
Snowden, para muchos, no es un traidor; es sencillamente un informante de un abuso gubernamental. Es cierto que Snowden rompió su compromiso, firmado, de no difundir información secreta del gobierno, pero prefirió denunciar lo que para él era un abuso que quedarse callado. Y ahora está pagando las consecuencias.
El soldado Bradley Manning, que hizo algo parecido a lo de Snowden -en el 2010 filtró más de 700 mil documentos secretos a Wikileaks- fue encontrado culpable de 19 cargos en su contra y pudiera pasar hasta 90 años en la cárcel.
No, nadie quiere otro ataque terrorista en suelo norteamericano. Sí, el gobierno debe hacer todo lo posible para evitar que esto ocurra. Pero espiar a todos para ver quien cae no es lo que se espera de la democracia más poderosa del mundo.
Big Brother no es ficción.
© The New York Times 2013
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