Para padres, madres y hermanos que hemos pasado por el trance de recibir en nuestras manos los restos de nuestros padres, hijos, hermanos o familiares, no debe haber un momento de más intimidad, respeto, decoro y serenidad en el dolor y por eso nos causa una profunda repulsión ver cómo la entrega a una sufrida y resignada madre (la del Coronel Guevara), estos instantes de dolor se le cambian en una representación teatral.
Parte del Festival de Teatro, y los medios de comunicación nos muestran cómo la gran actriz, con su overol blanco, desde un helicóptero agita triunfal los brazos y saluda a la murga que llevó a Villavicencio (Colombianas y Colombianos por la Paz).
Me pregunto si sería necesario ese montaje (casi como la inauguración de los Juegos), para entregar a una familia los restos de alguien que ya no podrá escaparse y que en su silencio mudo, sólo pedía respeto y que el Monseñor rezara un responso por su eterno descanso y no se le fuera a soltar otra vez el grito: Gracias a Dios, a la Virgen y a las Farc, que se le salió sin querer, queriendo.
Que Dios cuide la salud de Calvo y de Pablo Emilio y que el profesor, ya sin cadenas, vuelva a sus clases de Geografía, que harta aprendió caminando.
Quisiera que doña Emperatriz de Guevara pudiera pasar su respetable tercera edad sin que la acosen a diario para meterle micrófonos por la boca, y goce de esa nietecita que le reemplaza a su hijo secuestrado y muerto en manos de esos canallas.
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