Hace 12 años este viajero y documentalista español se quedó a vivir en la ciudad. A Manel Dalmau, le gustó la geografía, en especial, las montañas, tan parecidas a su Lérida natal, y fraternizó al instante con los antioqueños: emprendedores, regionalistas y algo cínicos.
Entonces, se unió al grupo de Otraparte y decidió, también, hacer gestión cultural. Pero no olvidó su origen. Así que optó por dar clases de catalán, con base en una "metodología libertaria".
Lo que quiere decir que los alumnos que estén interesados, pueden llegar los sábados a las 5:00 p.m., a Otraparte, en Envigado, y hacer parte de ese grupo de curiosos, a quienes se les enseña un poco de gramática, pero aún más, a sobrevivir en ciudades como Barcelona, a donde llegan a estudiar en la mayoría de los casos.
Manel reconoce que los catalanes han sido radicales en su empeño por defender la lengua. Una cosa es conservarla y otra imponerla, añade.
¿O cómo se entiende que un funcionario conteste a una simple pregunta de un turista solo en catalán? Esto sin contar, con que predomina el bilingüismo, pues se habla también Castellano.
Una actitud que intimida a algunos y que Manel contribuye a derribar con vínculos de internet, buena conversación y muchos datos de utilidad sobre la manera de hacer una inmersión rápida en las costumbres.
Su recomendación: ser permeable. "Cuesta mucho tener amigos catalanes, porque somos reservados, pero cuando lo tienes es para toda la vida", añade.
El primer obstáculo para aprender el catalán, que es la lengua oficial, es la riqueza de dialectos insertos en la región de Cataluña, formada por las provincias de Barcelona, Gerona, Tarragona y Lérida. En esta última se habla el pallars. "Es una jerga, como el parlache", define.
Aunque no siente nostalgia por su tierra, extraña algo las estaciones y aún más el pan con tomate, un clásico de la gastronomía diaria, Manel quiere dar a conocer también los rituales de su tierra.
Procura celebrar con lecturas, el día de San Jorge, el 23 de abril; y proponen para el próximo 23 de junio, la Noche de San Juan, cuando se da inicio al solsticio de verano. Danzas, pólvora y disfraces se imponen en la celebración.
Así, se conecta a sus raíces y vuelve visible su tierra, esa que es fría cerca a los Pirineos y mediterránea en zonas de costa, como Barcelona, cuyo mejor embajador podría ser Serrat, que recuerda el arte de Picasso o Salvador Dalí, y que no se agota en estas referencias, ni siquiera en su lengua.
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