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Un saludo a la bandera

16 de septiembre de 2008
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Si 1968 fue el año que conmocionó al mundo, "con la combustión instantánea de espíritus rebeldes", este 2008 ha sido en buena parte de la América del Sur, el tiempo del desbordamiento verbal y del populismo adobado por la autocracia y la patanería.

Si hace 40 años cayeron Luther King y Bobby Kennedy, se incendió la primavera de Praga, ardió el mayo francés, se recalentaron las universidades norteamericanas, arreció la ofensiva de la guerra en Vietnam, se patentizó la rebelión de la juventud española contra la dictadura de Franco y se produjo la matanza de estudiantes en México -todo ello acertadamente descrito en la obra de Mark Kurlansky-, hoy, en buena porción de Suramérica, las controversias políticas han impedido avanzar, -con su lenguaje áspero y sus posiciones demagógicas- las acciones concertadas entre sus gobiernos y pueblos para disminuir las grandes brechas sociales, económicas y culturales que agobian y distancian más a la región del mundo desarrollado.

Lo que hace 40 años conmocionó al mundo, hoy se replica en parte de América latina. En Bolivia las fricciones sociales y políticas tienen a su gobierno al borde del colapso institucional. A su alrededor la sombra del autócrata populista bolivariano, acosa sin ningún pudor.

La crisis diplomática que Bolivia y Venezuela plantean con los Estados Unidos amenaza con extenderse hacia aquellos Estados que como los de Honduras y Nicaragua, son presididos por vasallos del jayán caraqueño. Chile convocó a los mandatarios suramericanos para ver cómo detiene, no sólo el desenfreno del pueblo desengañado por Evo, sino la fogosidad de Chávez, ese fundamentalista que al decir de Carlos Fuentes, "Gesticula como Mussolini y piensa como Stalin". De la reunión de Chile salió un nuevo saludo a la bandera.

Si hace 40 años la juventud en Italia, Alemania, Francia, Estados Unidos, España aspiraba a torcerle el cuello a la intolerancia y al oscurantismo, aquí, en países como el nuestro, los más altos órganos del poder público se trenzan - ante la mirada desconcertada de la juventud- en una batalla oral cuasi demencial. Mientras aquellas naciones ya están incorporadas al mundo de la modernidad y de las confrontaciones civilizadas, en algunas naciones de este nuevo continente, la discordia y la inestabilidad política y social, hace crujir las débiles estructuras institucionales.

Si lo que sucedió hace 40 años en la vieja Europa -luchas por los derechos y las liberaciones contra fantasmas y tabúes- es ya historia, en esta América convulsionada, aquellos motivos siguen siendo parte de su congestionada agenda política. Olvidan las cabezas de quienes presiden sus instituciones en conflictos, aquella recomendación De Gaulle para momentos críticos: "En los momentos difíciles, hay que tener el don de actuar adecuadamente, reflexivamente y pronunciar las palabras precisas". Por estos lados el desbordamiento verbal y la pugnacidad argumental, persisten en ser las armas favoritas para el debate.

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