Niño, como él llama cariñosamente al perico australiano, se ha convertido en su compañero inseparable, inclusive más fiel que un perro. En varias ocasiones ha intentado dejarlo volar, pero se demora más en hacerlo que el animal en regresar.
A las 3:30 a.m. del 14 de enero, mientras Juan prestaba un servicio de taxi, encontró al animalito perdido y sin alientos en una calle del barrio Belén. De inmediato lo cobijó y le dio una galleta remojada en agua para estabilizarlo.
Envidia, curiosidad y admiración son algunas sensaciones que provocan Niño y el conductor de 40 años a quienes han tenido la oportunidad de conocerlos.
En dos ramas, junto al retrovisor del vehículo, una para pasar el día y otra para la noche, este periquito de color verde recrea la vista de los usuarios. Al lado hay dos cocas: una con agua y otra con alpiste.
Y es que sus plumas son tan brillantes que varios pasajeros no creen que sea real. De pila, de control remoto, de plástico y hasta embalsamado lo han calificado.
Por cuidar esta ave, Juan ha recibido tanto comentarios buenos como incómodos. “Este man está loco, parece un bobo”, es uno de los más recurrentes. Agrega que estas palabras lo tienen sin cuidado, ya que a veces son observaciones envidiosas de sus colegas.
Sin embargo, siente miedo de que las autoridades se lo quiten porque piensen que es dañino para el animal estar dentro de un taxi o por un eventual choque, pero enfatiza que Niño no le estorba en absoluto y tampoco lo retiene a la fuerza.
“Yo no pretendo quedarme con él para siempre; el día que quiera ser libre que se vaya”, afirma el taxista.
De otro lado, hay quienes admiran su labor y lo bendicen por haberlo resucitado. “Salvarlo fue un acto muy bonito. Yo le pregunté cómo había empezado el año y me contestó que con mascota”, dice en medio de carcajadas Alberto Montoya, un amigo cercano.
Desde que se encontraron Juan y Niño, se han construido varias anécdotas alrededor del perico. La más recordada por el conductor fue cuando una pasajera abordó el taxi y al ver al animal casi se baja por miedo.
Juan asegura que en general la gente lo ha tomado bien, pero esa vez le faltó poco para perder la carrera. Hoy Niño come, canta, se baña y lo acompaña en sus jornadas laborales.