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Los viajes recreativos al espacio exterior cada vez van tomando forma y dos magnates están enfrascados en una carrera para ser los pioneros en monetizar esta experiencia. Se trata del británico Richard Branson, de 70 años, y del estadounidense Jeff Bezos, de 57.
Este último es reconocido por ser el fundador de Amazon y fue catalogado como el hombre más rico del mundo en 2020 por la revista Forbes, que calculó su patrimonio en US$177.000 millones.
La competencia entre ellos se desarrolla a través de sus respectivas compañías. La de Branson, Virgin Galactic, y la de Bezos, Blue Origin.
La primera fue creada en 2004 y por el momento aventaja a la competencia, toda vez que ya logró el hito de ponerse en órbita con su dueño a bordo el pasado 11 de julio.
Branson, fundador del grupo Virgin, había manifestado desde tiempo atrás que uno de sus mayores anhelos era llegar al espacio exterior.
La nave utilizada por su empresa fue bautizada SpaceShipTwo y es posicionada bajo un avión que despega de manera tradicional.
Luego de ganar altura por una hora, es lanzada y su motor la propulsa a una velocidad supersónica hasta alcanzar la frontera espacial, en donde los pasajeros pueden flotar en gravedad cero.
Esta máquina puede llevar a los dos pilotos y a seis pasajeros adicionales. Además, cuenta con 12 grandes ventanales y unas 16 cámaras.
La meta, tal como lo comunicó el mismo Branson, sería la oferta de 400 vuelos anuales, a partir de 2022, desde Spaceport America, su base en Nuevo México, Estados Unidos.
El costo del abordaje está entre los US$200.000 y US$250.000 y, según la compañía, ya registra US$80 millones con la venta de 600 pasajes. Y aunque la prédica del magnate dice que el espacio es para todos, el costo permite inferir que no será una aventura asequible para cualquier ciudadano.
Al respecto, Mauricio López, coordinador del grupo de Macroeconomía aplicada de la Universidad de Antioquia, comentó que esta actividad tiene características de los llamados bienes Veblen, acuñados así en referencia al sociólogo y economista Thorstein Veblen, quien planteo que se trata de una oferta atípica en el mercado, porque mientras más altos son los precios, aumenta la demanda al ser considerados productos exclusivos y sinónimo de un prestigio social difícil de alcanzar.
Por ahora, se sabe que Virgin Galactic tiene varias fechas vendidas y sus clientes iniciales son algunas celebridades con el músculo financiero necesario de cara a pagar este servicio.
Blue Origin, la agencia turística espacial de Jeff Bezos (fundada en el 2000), pondrá en órbita a su fundador el próximo 20 de julio y, pese hay que no hay proyecciones operativas ni comerciales, una persona lo acompañará en la travesía.
Su nombre es Oliver Daemen, hijo de un multimillonario neerlandés, quien pagó US$28 millones por quedarse con una plaza en la nave.
A diferencia de la SpaceShipTwo, el prototipo de Bezos cuenta con un cohete reutilizable, compuesto por un lanzador de 16 metros con una cápsula semioval en la punta.
A los 75 kilómetros de altura, la cápsula se despega y sigue subiendo hasta alcanzar 100 kilómetros más y llegar a la línea espacial, en donde pueden soltarse los tripulantes.
La cápsula, diseñada con seis asientos, inicia el regreso a Tierra en caída libre frenando con la ayuda de paracaídas.
En su primer vuelo tripulado, también ocupará un puesto Mark Bezos, hermano del fundador, Jeff, quien había comentado por sus redes sociales que este era un sueño albergado desde que tenía cinco años de edad.
De acuerdo con Florent Frasson, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, en la disputa por el espacio están en juego el dinero, el prestigio y el control militar.
Según expuso, con la democratización de estas incursiones, EE. UU. puede repartir la carga de la investigación con las empresas privadas y concentrarse en ampliar su capacidad militar.
“El control del espacio se relaciona con la capacidad nuclear y, quien puede ir al espacio, puede enviar misiles desde Nueva York hasta Moscú y desde Moscú hasta Pekín, es una cuestión de capacidad de distancia”, apuntó. E indicó que también es relevante el segmento de los satélites. Con estos aparatos, las empresas ganan terreno en las telecomunicaciones y la recopilación de datos.
“Para Estados Unidos –dilucidó el profesor– el hecho de tener varias compañías con capacidades espaciales le permite orientar la inversión pública al nicho militar en el área de los satélites capaces de intervenir otros satélites y usar esos avances para sacar ventaja en la rivalidad con China y Rusia”.
Igualmente, se refirió al área del turismo y consideró que “hay un mercado y hay dinero por hacer. Más ahora, cuando después de la pandemia, hay gente dispuesta a gastar US$300.000 por unos ocho minutos en órbita y a cero gravedad”.
El Coronel Giovanni Corredor, asesor de la Vicepresidencia para la Comisión Colombiana del Espacio, explicó a este diario que el interés en este frente también radica en los minerales disponibles allí, que son escasos o inexistentes en nuestro planeta.
Paralelamente, resaltó que Barack Obama, expresidente de EE UU., fue quien descubrió que la Nasa por sí sola no podría explorar y desarrollar la tecnología, dando paso a firmas que una década después están fabricando insumos a menor costo y ciclos más rápidos de manufactura