La decisión de Barack Obama de eliminar la política pies mojados, pies secos, que otorgaba residencia a cubanos sin visa una vez pisaran suelo estadounidense y pasaran un año en ese país, tomó por sorpresa a habitantes de la isla y a exiliados.
Dentro de la comunidad de cubanos en La Florida la sensación es mixta. “Algunos nunca creímos mucho en ese decreto presidencial. Lo considerábamos un paño de agua tibia para un problema cuya única solución es que deje de existir la dictadura”, expresa Ómar López, director de la Fundación Cubano-Americana, aunque reconoce que muchos compatriotas interpretaron la medida como “una concesión más de Obama a Raúl Castro, y una concesión fuera de contexto, porque él ya abandona la presidencia”.
Las agencias de noticias ubicaron a migrantes cubanos que iban camino a Estados Unidos. José Enrique Manreza, que dejó su casa y su almacén en La Habana fue consultado por Efe en Tapachula, sur de México. “Imagínese cómo me siento después de que estuve seis días con seis noches corriendo por el río, por la selva, la humedad” (...) “Tuve que dar dinero, mucho dinero, y ahora nos pasa esto. No puede ser”, dijo, inquieto por la posibilidad de tener que quedarse en México.
Para Iroel Sánchez, académico castrista, la decisión de Estados Unidos es un “reconocimiento” de que Cuba quiere frenar la migración ilegal y fenómenos, como trata y violencia, que se instalaron en los corredores alrededor de esta práctica, y “una contribución a un clima de paz y colaboración entre los dos países”.
Y es que anticipando la terminación de la política con la normalización de las relaciones bilaterales, unos 40.000 cubanos llegaron a Estados Unidos en el 2015 y alrededor de 54.000 en el 2016, desatando una crisis humanitaria en los países de ruta, incluido Colombia.
No en vano, los cancilleres de 9 países de la región, entre los que firman María Ángela Holguín, enviaron en noviembre una carta al secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, en la que le dijeron que pies secos, pies mojados se convirtió en “estímulo al flujo desordenado, irregular e inseguro de ciudadanos cubanos que, arriesgando sus vidas, transitan por nuestros países con el propósito de llegar a cualquiera de los puntos fronterizos estadounidenses”.
Al respecto, Mauricio Reyes, profesor de Derecho Público de la Universidad Nacional, aunque en el contexto de vulneración de derechos humanos, la ley tiene todo sentido, la dificultad para identificar con nitidez si una solicitud de refugio es susceptible de protección internacional complica las políticas migratorias de los países de tránsito y motivan flujos incontenibles que complican las situaciones en las fronteras.