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Derecha israelí se hiere entre sí, pero sobrevive

El partido del primer ministro, Benjamin Netanyahu, no logró una mayoría en el Parlamento. Se repetirán las elecciones.

  • Benjamin Netanyahu fue primer ministro entre 1993 y 1996 y regresó al cargo en 2009, en el que se ha reelegido 2 veces. FOTO EFE
    Benjamin Netanyahu fue primer ministro entre 1993 y 1996 y regresó al cargo en 2009, en el que se ha reelegido 2 veces. FOTO EFE
30 de mayo de 2019
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Ayer, a la medianoche, Israel llegó al final de una cuenta regresiva que el mundo siguió, hora por hora, durante las últimos dos días. El resultado fue que el primer ministro Benjamin Netanyahu no logró la mayoría en el Parlamento para formar gobierno antes del plazo límite.

Pero luego de esa derrota, Netanyahu puso en marcha otro cronómetro: convocó a unas nuevas elecciones el próximo 17 de septiembre en el que el líder de la derecha se jugará nuevamente su permanencia en el poder.

Con 74 votos a favor y 45 en contra, el Parlamento que se había posesionado tan solo hace un mes –tras las elecciones de abril– votó su disolución y, con ello, abrió el escenario a una nueva contienda electoral.

Por primera vez desde su llegada al poder desde 2009, Israel evidencia el desgaste del líder que hace 10 años prometió –y en gran medida cumplió– un regreso a la confrontación con el mundo árabe en nombre de los relatos bíblicos.

Jugar a obstruir

El sistema político israelí, de acuerdo con Benjamin Herrera, profesor de relaciones internacionales de la U. Javeriana, trae implícita una invitación al boicot para los partidos minoritarios.

La fragmentación del Legislativo, repartido entre 11 partidos, obliga a que independientemente de quien haya obtenido la mayoría sean necesarias las alianzas para obtener los 61 respaldos en el Parlamento que permitan gobernar. En ese escenario, explica Herrera, “los movimientos pequeños son árbitros. Y como tales, tienen la posibilidad de chantajear”.

Diez años de desgaste en el poder hicieron que Netanyahu, el líder de la derecha que apoyó las expropiaciones de tierras para crear nuevas colonias en Cisjordania, el político fortalecido que declaró oficialmente a Israel como un Estado judío, pasara a ser un blanco fácil.

Su antiguo ministro de defensa, Avigdor Lieberman, fue quien terminó cerrándole la puerta para seguir en el poder. El líder del Partido Israel Nuestra Casa, que representa la extrema derecha no religiosa que surgió en ese país tras el fin de la guerra fría, puso como precio para su apoyo la aprobación del servicio militar obligatorio incluso para los judíos ultraortodoxos.

La concesión, que enemistaría a Netanyahu con sus aliados religiosos, fue demasiado alta. Al final, el partido mayoritario prefirió patear el tablero y volver a empezar en septiembre que ceder.

Una opción en el miedo

Antes de la votación de medianoche que disolvió el Parlamento, los opositores de la coalición opositora Azul y Blanco gritaron al unísono: “Vergüenza, vergüenza, vergüenza”.

En efecto, para Hassan Türk, analista político independiente y experto en Medio Oriente, la de ayer fue una señal complementaria al buen resultado del líder opositor Beni Gantz en las elecciones de abril: Netanyahu, en medio de las acusaciones de corrupción, se está debilitando.

Sin embargo, como explica José Ángel Hernández, director de la maestría en historia de la Universidad Sergio Arboleda, incluso quienes ayer le dieron la espalda lo prefieren por encima de una hipotética llegada de la izquierda al poder.

Las tensiones revividas con los vecinos árabes como Irán mantienen viva la idea que, para algunos expertos, Netanyahu logró instalar en Israel durante esta década: que el futuro solo puede llevar su nombre

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