No cree que estamos preparados ni conscientes sobre lo que representará el cambio climático y piensa que en las consultas mienras ha faltado mucha información al ciudadano.
Entrevista con Brigitte Baptiste, directora del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Humboldt, miembro del Panel Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos, y que acaba de ser galardonada con el Premio Prícipe Claud de los Países Bajos. Una experta en temas de biodiversidad y ambiente.
Con el proceso de paz, ¿se están abriendo oportunidades para la biodiversidad, para generar conocimiento y apreciar más los recursos?
“Definitivamente. Sí, porque hay una demanda muy grande de parte de la sociedad para encontrar nuevas alternativas productivas, nuevas formas de plantear el desarrollo de manera que podamos salir un poquito de la espiral negativa y también de la falta de fe en el futuro. Aparte de un mensaje optimista y esperanzador que nos llega todo el tiempo de preguntar ¿bueno, y ahora sí que tenemos la biodiversidad sobre la mesa, será que nos puede ayudar a construir sostenibilidad, a salir un poco de la crisis del extractivismo o a mejorar las condiciones de vida de la gente más necesitada?, creemos que hay una coyuntura muy buena y que hay las condiciones como para que eso suceda. Y está el tema de gobernabilidad del proceso, que es como dicen donde la marrana tuerce el rabo”.
En diversas partes de la Amazonia, o del Guaviare ha aumentado la deforestación...
“Es indudable que la transición en la gobernanza local en la medida en la que salen las Farc y queda un vacío que tiene que ocupar el Estado, el Estado es muy paquidérmico, es grande y a veces no tiene tampoco, después de 50 años de no estar presente, las capacidades para rápidamente copar esos espacios con propuestas innovadoras y mucho menos en un año electoral que complica las cosas. Sin embargo las comunidades de estas regiones son conscientes de que se están jugando su propia capacidad de participar en un modelo de desarrollo futuro y tienen que dejar ver propuestas autónomas, innovadoras, con las gobernaciones, con los alcaldes y los municipios que están en crisis, y con la academia de la región”.
Se amplían las áreas protegidas, ¿es suficiente?
“Lo valoro mucho porque representa una respuesta al llamado de responsabilidad global y una intención de gobierno, pero tampoco es una solución persistente si no hay recursos económicos para la administración de esas áreas. De manera que está cumplido de palabra el compromiso, pero hay que llenarlo de contenido y veo dificultades importantes en el sistema nacional de áreas protegidas para poder garantizar que esas decisiones persistan en el tiempo”.
La minería
Usted dice que muchas veces se manipulan las consultas mineras. Hay sitios donde no se puede hacer de todo, ¿el país ya tiene estudiado eso, qué se puede hacer, dónde, o falta mucho?
“El dónde en general está determinado por el ordenamiento territorial, pero el ordenamiento territorial siempre puede refinarse y lo necesita con mejor información. Como no hemos invertido en generar productos de conocimiento directamente utilizables por el sector productivo, cometemos errores, estamos expuestos a orientar las actividades mineras o petroleras en zonas donde no necesariamente deberían desarrollarse.
La gran crisis colombiana tiene que ver con el bajo nivel de inversión en productos de conocimiento para la gestión, no por el conocimiento en sí, sino cómo hacemos para que los petroleros o los inversionistas privados tengan señales más claras de dónde y cómo pueden hacer sus actividades.
Ahí hay un espacio vacío en el cual al sector privado le interesa invertir en gestión del conocimiento, pero el Estado no lo permite porque es una parte interesada, entonces ni raja ni presta el hacha.
Por ese motivo es que se abre ese espacio tan habilidosamente ocupado por algunas fuerzas con preguntas que no tienen suficiente fundamento técnico. Preguntarse si agua o petróleo a boca de jarro es demostrar que no hay un conocimiento socializado sobre el uso del agua en el sector petrolero o el efecto del petróleo en el agua y cóm o la gente decide una pregunta completamente telegrafiada con una respuesta telegrafiada.
Yo quisiera ver que a la gente que se le pregunta esas cosas se le entregue la información para que pueda construir un juicio ilustrado. No basta con la campaña de temor o de eventuales efectos negativos porque ahí también está en juego el futuro económico de una región o del país en el corto plazo, e incluso la posibilidad de que Colombia transite de un modelo extractivista a uno más sostenible. Eso no se hace por decreto, requiere una planeación y tiene unos costos asociados.
Creo que las consultas responden a un malestar social por la distribución de sus beneficios, por la pérdida de las regalías, por la corrupción asociada entre las grandes corporaciones y líderes muy renombrados, entonces es comprensible que en lo local desconfiemos y nos atrincheremos en contra de esa clase de propuestas”.
Entonces ¿qué puede pasar si hay tantos municipios con cada vez más consultas?
“Hay muchas preguntas que tiene que resolver el próximo gobierno en conjunto con las cortes para saber el alcance de las consultas, por ejemplo la vigencia en el tiempo: cómo hacemos para definir si la consulta tiene un alcance persistente o los mismos ciudadanos pueden al cabo de tres o cuatro años plantear un escenario distinto.
Pero hay que surtir un proceso que nos abra un nuevo espacio de negociación y creo que eso es lo que vendrá en los próximos dos o tres años”.
Cambio Climático
¿Le preocupa mucho el cambio climático?
“Me preocupa y soy tremendamente pesimista. No creo que estemos para nada preparados para afrontar el caos climático que se avecina. La gente ya comienza a asustarse con aguaceros como el de Medellín, la tormenta tropical que se vivió en la ciudad, que podemos o no asociar con el cambio climático, pero esa clase de eventos en 20 años van a pasar uno detrás de otro y con muchísima mayor intensidad.
Realmente no hemos empezado a entender el tamaño de desastre que va a significar el calentamiento global a escala de lo local”.
¿En todos los ámbitos?
“Colombia ha sido juiciosa y está estudiando los escenarios de cambio climático. Por ejemplo el Ideam liberó hace unas semanas su Tercera Comunicación sobre Cambio Climático e indica que para el año 2070 ya habremos alcanzado ese límite promedio de 2° Celsius de calentamiento.
Si ese es el promedio, habrá regiones donde será más alto o más bajito, y en 2070 todos los que están naciendo ahora van a estar vivos y con 2 grados los modelos pronostican un desastre ambiental, una extinción masiva y una serie de epidemias y de disrupciones del aparato ecológico gigantescas, que pueden dar al traste con toda la agricultura, con toda la producción de un país. Ese escenario es tremendamente grave, y nosotros vamos des-pa-ci-to y no creo que esa sea la actitud”.
El informe la biodiversidad 2016 dice que 18% de las especies están amenazadas. Y revelaron ustedes que hay cerca de 2.700 especies en peligro en los focos de deforestación que mostró el Ideam, ¿cómo ve nuestros recursos?
“Las amenazas siguen presentándose y se han focalizado en algunas regiones. Tenemos un panorama un poco más claro de dónde deberíamos intervenir rápidamente para que esas amenazas no se agudicen, no se conviertan en temas críticos. Tenemos mejor calidad de información para hablar con los actores sociales y decir, oigan, aquí hay este problema y no va a ser el Estado central el que va a poner los recursos porque no hay, entonces miremos de qué manera, si lo hacemos con el sector privado, si con los recursos regionales, con cooperación internacional y así tratar de mejorar la efectividad de la intervención”.
Aparte de la protección, ¿el aprovechamiento sí se puede garantizar, pues no conocemos nuestros recursos?
“Cualquier cosa que se haga es ganancia, en la medida en que se están abriendo mercados nuevos, se están abriendo espacios de innovación para nuevas materias primas, hay un universo de posibilidades que está a disposición un poco de la inversión privada, de la academia para sacarle jugo.
Es lamentable de todas maneras que el presupuesto de ciencia y tecnología no perciba que este es el momento en el que realmente habría que construir una agenda de innovación en biodiversidad. Ojalá que esto sea temporal, que incluso en una revisión de la ley de regalías o en una nueva perspectiva del plan de desarrollo del próximo gobierno tenga una respuesta más contundente, porque sin recursos de inversión para innovación todo se queda muy corto”.
¿Cómo está el papel de la ciudadanía, sí se está manifestando y exigiendo acción?
“Mucho. Y ahí hay que basar la esperanza de que sí vamos a ser capaces de sobreponernos a las dificultades que vienen. Uno encuentra (y puedo estar distorsionada por estar tan atenta a las redes sociales) en todas partes una ansiedad muy grande por contribuir con la gestión ambiental. Y por eso las resistencias tienen tanta visibilidad, porque representan una preocupación real por el futuro. En las universidades, en las comunidades rurales, en los movimientos sociales uno encuentra que la gente está hablando de ambiente, de diversidad, de sostenibilidad masivamente y están haciendo experimentos, cada quién está inventándose la forma. Eso ocurrirá por un tiempo, una generación más o menos vamos a estar en esa efervescencia social planteando escenarios alternativos para ir escogiendo ciertas trayectorias en las cuales el Estado pueda construir políticas más consistentes.
Lo que pasa es que estamos sobre el filo de la navaja, esperando que aparezcan las respuestas o que se consoliden, y las que van más lentas son las señales de política. Uno no ve por ejemplo a los candidatos a la Presidencia, mucho menos al Congreso de la República poniendo el tema ambiental de frente, pero confío en que muchos de ellos lo hagan”.
¿Cómo ve las ciudades colombianas en este contexto, en biodiversidad?
“Con unos experimentos interesantísimos y con un potencial gigantesco. También como ámbitos que no conocemos mucho, porque han ido cambiando rápidamente y no tenemos los datos sobre la biodiversidad en las ciudades; con buena capacidad de inversión y en muchos casos con planes concretos de biodiversidad, como Medellín.
Hace 10 años no se hablaba de eso en ninguna parte del mundo. Hoy en día la cultura ciudadana de las urbes reclama gestión de biodiversidad y los presupuestos más grandes están en las ciudades, como Bogotá, Medellín, Barranquilla.
Todavía entienden la biodiversidad un poquito como espacio público, como biomasa verde, el verde urbano, no discriminan mucho en variedad, pero indudablemente las ciudades son el ámbito más interesante de gestión que está emergiendo en Colombia en los últimos años”.
Con esta globalización muy difícil luchar con las especies invasoras, ¿qué se puede hacer? Y en el caso de los hipopótamos?
“Hay que ser prácticos porque sabemos que las decisiones de gestión de invasiones biológicas tienen gran complejidad y costos muy grandes. Hay que priorizar mucho cuáles son las que realmente están teniendo efectos negativos sobre los servicios ecosistémicos, generan riesgos para la salud humana o animal o generan eventuales costos futuros en el desarrollo de infraestructura o de algún sector de la producción, para poder definir cuánto esfuerzo dedicamos al control de las invasiones. Hay muchas invasiones que realmente no vamos a afrontar, sus efectos no son muy lesivos o por lo menos por ahora no se sienten mucho.
Por eso el tema de los hipopótamos es indicativo de la necesidad de tomar unas decisiones cuidadosas al respecto, porque sabemos que el costo de controlarlos, cualquier opción que decidamos, es gigantesco. Estamos hablando de varios si no centenares, miles de millones para con criterios humanitarios definir cuál es el destino de esa invasión tan particular.
No tenemos por ejemplo buenas cifras sobre lo que le cuesta a la economía del país y a la seguridad alimentaria la invasión de tilapia que ya se dio en todos los ríos de Colombia, pero sí sabemos que compite de una manera marcada con las especies nativas y por tanto tiene un efecto en las pesquerías que ya se ha notado. La caída de las pesquerías no es solamente la contaminación por mercurio, sino también la tilapia comiéndose los huevos de las otras especies.
Es un asunto muy económico, de una racionalidad económica, por cada peso que vamos a gastar en gestión de biodiversidad dónde lo ponemos y de qué manera lo ponemos, qué tanto le apostamos a la innovación, qué tanto le damos al sector afectado que se haga cargo del problema, qué tanto debemos responder con recursos públicos.
En el caso de los hipopótamos vuelvo, citándome a mí misma, en las redes sociales a propósito de una propuesta de Gustavo Wilches. Convoqué a los expertos a decir qué otras alternativas hay. Él dice, es un problema creado por la ilegalidad, por el narcotráfico, por tanto debería ser solucionado con cargo a los recursos incautados a este. Ahí hay una propuesta interesante, que no implica necesariamente el sacrificio de los hipopótamos sino la operación que ya sabemos hacer de buscarlos, sacarlos, esterilizarlos y eventualmente tenerlos en un recinto donde pasen sus vidas y nos perdonen por el mal que les hemos hecho”.
¿Qué otras especies son conflictivas hoy?
“El ojo de poeta, esa flor naranjada tan bonita está acabando con los bosques de Antioquia. Es impresionante la capacidad de cubrir el bosque y con la sombra que hace colapsarlos. Hay una preocupación muy grande por él.
El caracol africano, que consume todas las plantas que encuentra a su paso y se reproduce a unas velocidades increíbles y genera un deterioro grande d ella dinámica de los ecosistemas. Lo que pasa es que tampoco tenemos datos o modelos de mediano plazo que digan, si no hacemos nada qué podría pasar y cuáles son los costos finales del establecimiento persistente de una epidemia de este tipo. Hay que investigar un poquito más sobre el comportamiento de las especies invasoras acá, e insisto mucho en el tema de la priorización. En un informe reciente se planteaba que la palma de aceite es una especie invasora, o el pino caribe, pero hay una confusión en los medios al mezclar las especies foráneas con las invasoras. Esas dos no son preocupantes todavía para la economía. Es más preocupante el caso del retamo espinoso en el altiplano cundiboyacense que genera pérdidas importantes para los agricultores porque para competir con él y abrir labranzas tienen que hacer un esfuerzo muy grande”.
¿Cómo se está manejando la situación de páramos?
“Desde el punto de vista del trabajo del Instituto Humboldt con las autoridades regionales, y con la cooperación internacional, hay un proceso muy interesante para alimentar la transición productiva para las comunidades que dependen de la agricultura de alta montaña por ejemplo. Estamos trabajando en Santurbán en Berlín, en el Eje Cafetero, con la CVC en el Valle del Cauca, en Nariño y ahí van surgiendo ideas, la universidad contribuye.
Todavía es débil la respuesta, pero es porque el reto es muy grande.
Y están todos los movimientos sociales, agropecuarios, incluso de pequeña minería que ya se dio cuenta de que la convivencia se va a dar pero bajo unas reglas muy distintas a las del pasado, están entre la protesta y la propuesta a ver cómo se quedan haciendo qué, y ahí hay una negociación interesante en la cual nuevamente el Estado va a tener que dar señales de buen gobierno, decir, okey, trabajemos juntos, podemos convivir conservación y producción pero bajo estas nuevas reglas, y que la comunidad diga, bueno, entonces nos comprometemos a ciertas pautas de manejo, a cambio de inversiones del sector agropecuario, de inversiones en infraestructura, en educación. Soy optimista, creo que el experimento de los páramos va a salir bien”.