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Por Yvette Sierra Praeli Mongabay Latam*
Las cifras de pérdida de ecosistemas, biodiversidad y degradación que se presentaron en el informe Planeta Vivo 2020 son, nuevamente, una alerta que evidencia cómo se están sobreexplotando los recursos en todo el mundo. El informe Planeta Vivo es un estudio bianual elaborado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés) que cuenta con la cooperación de la Sociedad Zoológica de Londres.
“Es un documento que hacemos desde hace 22 años. Empezamos en 1988 con el fin de obtener una medida de cómo le está yendo a la biodiversidad”, dice María José Villanueva, directora de Conservación de WWF México.
De acuerdo con este informe, de las casi 21.000 poblaciones de mamíferos, aves, peces, reptiles y anfibios analizados en todo el planeta, el 68 % en promedio muestra un declive, un descenso registrado entre 1970 y 2016.
En este escenario, las poblaciones de las especies de América Latina y el Caribe están entre las más golpeadas, según el índice de Planeta Vivo. Para ser más exactos, el 94 % ha sufrido una reducción. “La alteración de praderas, sabanas, bosques y humedales, la explotación de especies, el cambio climático y la introducción de especies exóticas constituyen las principales amenazas”, señala el informe.
“Estamos llegando a un punto de no retorno”, dice Luis Germán Naranjo, director de Conservación y Gobernanza de WWF Colombia y uno de los editores del informe, quien además agrega que la situación más grave se presenta en las especies de agua dulce, anfibios y reptiles.
“La biodiversidad de los ecosistemas dulceacuícolas está disminuyendo a un ritmo más rápido que en los mares o los bosques”, precisa Naranjo y explica que la declinación de los reptiles y peces se debe a la destrucción y fragmentación de sus hábitats, principalmente por el cambio de uso de suelo. “América Latina –indica– ha tenido una transformación acelerada a partir de finales de la década de 1960, y esa transformación de los ecosistemas no ha cesado”.
Según el documento en América la pérdida de biodiversidad se debe en un 51,2% a los cambios de uso de suelo, incluyendo la pérdida de hábitat y la degradación de los suelos. Los cambios comunes son causados por la agricultura insostenible, la infraestructura, el crecimiento urbano, la producción de energía y la minería. “Los frentes de deforestación noroccidental y sur oriental de la Amazonia han estado activos. Estamos perdiendo la conectividad entre la Amazonia y Los Andes. La colonización del sur de Brasil también es alarmante. En Colombia, Bolivia, Perú y Venezuela también se han dado cambios drásticos por la deforestación”, explica Naranjo.
Según el informe de WWF, de las 3.471 poblaciones de agua dulce evaluadas por el índice Planeta Vivo, el 84 % en promedio se ha reducido desde el año 1970, es decir, alrededor de un por año. “La mayor parte de estas pérdidas se están dando entre los anfibios, reptiles y peces de agua dulce en todas las regiones del planeta, pero especialmente en Latinoamérica y el Caribe”.
El informe señala que, desde el siglo XVIII, el 90 % de los humedales del planeta ha desaparecido. “Al afectarse los sistemas de agua dulce no solo afectamos a las especies sino principalmente a nosotros mismos”, dice Naranjo.
Pese a las cifras alarmantes, el reporte también indica que existen ecosistemas que aún se mantienen prácticamente “sin huella humana”. Entre estos lugares se consideran algunos sectores de la Amazonia, principalmente en Brasil. “Aún existen áreas de conservación muy grandes”, comenta Naranjo.
Son tres los tipos de intervenciones centradas en revertir esta curva de pérdida de biodiversidad, como lo plantea el documento. La primera es el incremento del esfuerzo de conservación que incluye una mayor extensión y gestión de las áreas protegidas, así como más esfuerzos en restauración y planes de conservación a escala paisajística.
La segunda es una apuesta por una producción más sostenible, tanto en la producción como en el comercio de alimentos. Y la tercera se basa en un consumo más sostenible que contempla una reducción del desperdicio de alimentos e incluye cambios en la dieta, con miras a una menor ingesta de calorías de origen animal en los países con alto consumo de carne.