55 %
de la distribución del jaguar en América se perdió, dice José F. González de ProCAT.
En 40 % de su distribución histórica a través de todo el continente americano ha sido erradicado y se extinguió ya en El Salvador y Uruguay. Es el jaguar, el más grande de los felinos de América, que tampoco la pasa bien en tierras colombianas.
El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente estima que quedarían 64.000 jaguares (Panthera onca), pero un estudio esta semana en la prestigiosa revista científica Plos One sugiere que quedan 173.000 en su medio natural, con la gran mayoría en Brasil (87.000). Colombia, después de Perú, ocupa el tercer lugar con 16.300.
En las dos últimas décadas, se redujeron 25 % en el continente las poblaciones de este icónico animal: para los Incas, por ejemplo, era símbolo de fuerza, sabiduría e inteligencia y por eso la capital de su imperio, Cusco, tiene forma de puma. En Colombia cada vez hay menos especímenes, confirma Esteban Payán, director para el país de Panthera, la única organización dedicada a preservar los felinos.
El jaguar está presente en 18 países americanos. Fuera de los dos donde se extinguió, en Estados Unidos es raro ver uno y en los últimos 50 años no se tienen noticias de una población con crías. Se extiende en un rango de seis millones de kilómetros cuadrados de México hasta Argentina.
La pérdida de hábitat y su fragmentación, y el conflicto que esto genera con las poblaciones, lo han diezmado. La caza de las presas de las que vive, hace que se acerque a animales de valor económico para los humanos.
Payán cuenta que no pasa una semana sin que se mate uno. El último caso conocido fue el de un individuo muerto a tiros en zona rural de Dabeiba (Antioquia) a comienzos de este mes, pero la mayoría queda en silencio. Antes de ese, a mediados de febrero, otro había sido muerto en un hotel en Leticia (Amazonas). En países como Bolivia, Belice y Perú se ha detectado la caza para vender colmillos al mercado asiático, de acuerdo con un informe en la revista Nature, situación no reportada hasta ahora acá.
El corredor
Para la conservación de este gran depredador se implementa el llamado corredor del jaguar (que debe cruzar todo el continente) para que pueda desplazarse y sobrevivir sin tanto problema.
José Fernando González Maya, director científico del Proyecto de Conservación de Aguas y Tierras ProCAT y la Fundación The Sierra Sea Institute, explica que “no se cuenta con dato exacto derivado de esfuerzos de campo que estime el numero de individuos”.
A partir de proyectos puntuales y análisis espaciales se estima que existen cinco poblaciones: el Chocó Biogeográfico, el complejo Paramillo-San Lucas, que incluye áreas del Magdalena Medio, la Sierra Nevada de Santa Marta, el Complejo Serranía del Perijá-Catatumbo, y la Amazonía, que incluye la Orinoquía. De estas, Paramillo-San Lucas, Sierra Nevada de Santa Marta y Serranía de Perijá-Catatumbo se encuentran catalogadas como Críticamente Amenazadas, el Chocó como Amenazada y la subpoblación amazónica, de Baja Preocupación.
Payán relata que Panthera trabaja en distintos frentes. Uno es en gobernanza y zonificación de la tierra. “Es el aspecto más importante para la conservación. Por ejemplo, trabajamos con Parques Nacionales para crear nuevos parques. Entre ellos, el área protegida por declararse más importante para el jaguar es la Serranía de San Lucas, al sur de Bolívar, con un pedacito del nordeste antioqueño”.
Esta es una piedra angular de la conservación al vincular las regiones del norte con la cordillera oriental, con el valle del Magdalena y con Paramillo al oeste.
El otro frente en el que trabaja Panthera son las mejores prácticas productivas. “El jaguar está bien conservado, digamos, en los parques y en las reservas, pero el corredor implica que se pueda mover entre el parque A y el parque B a través de esta franja, en la que están áreas productivas humanas con ganadería, palma de aceite, arroz, o lo que sea”.
Ahí hay que asegurar que el tipo de producción sea amigable con el felino. Eso no implica mucha cosa, pero sí unas buenas prácticas.
En ese sentido van las conclusiones de un estudio de Valeria Boron, de la Universidad de Kent, publicado en la revista especializada Land Use Policy, que halló que sectores como “la ganadería y el cultivo de palma de aceite no están mejorando la inequidad y la seguridad alimentaria, sino creando empleo inestable y amenazando la biodiversidad, los recursos y la herencia cultural”. En consecuencia, Colombia, el cuarto producto mundial de aceite de palma, sigue los pasos de Indonesia y Malasia en experimentar pérdida de biodiversidad.
Payán expone que “hemos trabajado con los palmeros, para asegurar que los cultivos de palma de aceite puedan tener jaguares o puedan cruzar por allí; hemos trabajado con algunos mineros, y con las plantaciones de café ahora”.
Una iniciativa exitosa es el manejo pecuario para que al ganado no se lo coma este felino. “Tenemos 30 ranchos modelo antipredatorios”.
Funciona así: “Visitamos una finca, vemos que se le están comiendo los terneros. Les regamos un kit antipredatorio, que para un potrero abarca 40 hectáreas antipredatorias con 4 hilos y un panel solar, que da una carga como de 6.000 voltios. Eso lo ponen en un cerco eléctrico diseñado por nosotros, el trabajo lo hace el finquero. Contra recibo nos firma un acuerdo de conservación en el que él dice, recibimos esto y nos comprometemos a no matar a los jaguares y a manejar bien nuestro ganado. Incluso si son zonas muy alejadas sin electricidad, saca un cable del panel y le da televisión a la familia, prende un bombillo o una nevera. Todos esos son beneficios de la biodiversidad para la gente que vive con ella. Eso es coexistencia. Otro ejemplo: alguien que tenga un gallinero, se le da la malla para hacerlo antipredatorio y un parapeto para que las gallinas duerman arriba sin que sean presas del jaguar. Para cada finca, hay una solución”.
Ecuación
Pese a las acciones, la destrucción del hábitat es más rápida y la amenaza crece. Este carnívoro necesita espacio. En 10.000 hectáreas viven tres adultos, un macho y dos hembras adultas. Los cachorros pueden variar en el año. “Uno empieza a multiplicar en unidades de 10.000 hectáreas en adelante qué tanto necesitamos para conservar”.
Así, ¿cuántos hay que preservar para que vivan a largo plazo, en 500, 700 años? Mínimo se necesitan 500, y para que los haya “hay que multiplicar cuántas hectáreas necesitamos para conservarlos. Es algo como 18.000 kilómetros cuadrados (28 % del área de Antioquia). Lo mínimo viable a largo plazo no es realista en Colombia: parques de ese tamaño solo Chiribiquete”.
Cómo no se van a tener otros así la idea es unir lo que se tiene a través de fincas, reservas, el llamado corredor jaguar que tiene dificultades en la zona norte. “El gran reto es la conexión donde hay más gente, el norte, que va desde el Darién chocoano hasta Catatumbo, pasando por Paramillo, por San Lucas, esa zona de norte del Chocó, sur de Córdoba, norte de Antioquia, sur de Bolívar y los Santanderes. Es la parte más difícil porque está inconexa y hay mucha gente. Tenemos que trabajar con los ganaderos y con los agricultores, para que pasen los jaguares. No tiene que vivir ahí una horda, sino que puedan transitar sin que les peguen un tiro. Eso es coexistencia”.
El jaguar no solo es una especie sombrilla: su presencia está asociada a la abundancia de otras, sus presas, y a un ecosistema bien conservado. En cambio, cuando muere un jaguar, por ejemplo, se aumentan los cerdos de monte que arrasan con el bosque y llega la erosión.
Es adem+ás un animal indicador: es de los primeros en desaparecer en los hábitats intervenidos. Por todo esto, si se protegen los sitios donde viven y transitan, se protegerían las otras cinco especies de felinos silvestres que hay en el país. Una población que sin dudas decrece porque los cultivos se están expandiendo a punta de tumbar selva.
El jaguar no merece esa suerte.
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poblaciones de jaguares existen desde México hasta Argentina, 33 en peligro.