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La increíble historia de Elizabeth Kerr: la naturalista estadounidense que recolectó casi 600 aves en Colombia

Fue la primera mujer ornitóloga y naturalista en recolectar aves y mamíferos en Colombia, a principios del siglo XX, para el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York.

  • Participantes de la expedición femenina en Fresno. De izquierda a derecha, Jessica Díaz (ornitóloga), Daniela Garzón (ornitóloga tolimense), Juliana Soto (coordinadora expediciones), Estefanía Guzmán (ornitóloga tolimense) y Natalia Ocampo (líder de la expedición). Foto: Memo Gómez
    Participantes de la expedición femenina en Fresno. De izquierda a derecha, Jessica Díaz (ornitóloga), Daniela Garzón (ornitóloga tolimense), Juliana Soto (coordinadora expediciones), Estefanía Guzmán (ornitóloga tolimense) y Natalia Ocampo (líder de la expedición). Foto: Memo Gómez
08 de junio de 2023
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Son tantos los casos en los que las mujeres fueron borradas de los libros de historia aunque hubieran hecho grandes aportes, que hoy en día enterarse de alguno ni siquiera sorprende, aunque por supuesto entusiasma y emociona, como le sucedió a Juliana Soto, una estudiante de doctorado de la Universidad de Illinois en Urbana Champaign, que años atrás, mientras coordinaba las salidas del proyecto del Instituto Humboldt, Expediciones BIO Alas, cantos y colores, la primera expedición de la avifauna colombiana conformada solo por mujeres, se encontró con la historia de Elizabeth Kerr, la primera ornitóloga que recorrió Colombia para descubrir su biodiversidad de aves hace más de 100 años.

—Por ser la encargada de las expediciones, debía organizar toda su logística, su planeación y su desarrollo, y en ese sentido también debía hacer una investigación previa de los sitios en los que se desarrollaban, y ese proyecto en el que trabajábamos tenía la particularidad de que estaba enfocado en revisar localidades que habían sido estudiadas por ornitólogos estadounidenses del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, entre 1910 y 1915 —comenta Juliana.

Es decir, estaban enfocadas en revisar las expediciones desarrolladas de ese museo bajo la batuta de su curador, Frank Chapman, un naturalista, ornitólogo y banquero​ estadounidense que se dejó seducir por la magia de los paisajes y los ecosistemas del territorio nacional, obligándose a recorrer y explorar sus rincones más biodiversos, y a escribir, a partir de sus hallazgos, un libro grande y robusto titulado Distribución de aves en Colombia, que fue publicado varios años después: en 1917.

—Entonces, para saber más de las localidades lo que yo hacía era buscar información sobre las aves y los ecosistemas que se habían registrado en esas localidades, y revisar el libro de Chapman que además de contener todas las expediciones que desarrolló el museo en ese entonces, también contiene una sección de colecciones auxiliares que según él alimentaron su estudio aunque no estuvieran en el marco del proyecto. Total que cuando estaba preparando la segunda salida —fueron cinco en total—, que iba a ser cerca de Honda, Tolima, en el Valle del Magdalena, me detuve en una de esas colecciones auxiliares, aparecía, en el enunciado, la firma: Mrs. Kerr.

¿Mrs. Kerr? Juliana recuerda haberse quedado impactada, pues en el enunciado también pudo leer que Mrs. Kerr le había vendido al Museo Americano de Historia Natural de Nueva York casi 200 especímenes propios de la región de Honda y del occidente de Honda, como por los Andes Centrales, y que años después, había sido comisionada de la misma institución para realizar una expedición en el Valle del Atrato, en el Pacífico, con el objetivo de obtener especímenes de aves de esa región, que era una región en la que Chapman tenían bastantes huecos de información.

—Mi sorpresa estaba relacionada con que a mí siempre me ha encantado estudiar la historia de la ornitología en Colombia, y en todo lo que yo había leído, estudiado, visto en archivos, nunca había sabido de una mujer, en esa época, que hubiera hecho estudios al respecto. Así que me fui, le conté al resto del equipo, nos entusiasmamos mucho, particularmente las mujeres que hacíamos parte de él y que éramos varias, y ahí empezamos con la misión de seguir buscando documentos y archivos que nos hablaran de ella.

Así que escribieron al museo preguntando qué sabían al respecto, contando con la suerte de que el archivo histórico que tienen está muy bien conservado y albergaba, por ejemplo, listados de los especímenes recolectados, cartas entre Chapman y Kerr durante la expedición en el Atrato y un artículo autobiográfico, Una mujer naturalista: relato personal del trabajo y la aventura de una mujer coleccionista en el desierto de América tropical, publicado en 1912 en la revista Collier's, en el que contaba su experiencia y el cual estaba acompañado por una fotografía. “Pudimos conocerle entonces la cara y saber cómo se veía Elizabeth Kerr”.

—Tras haber obtenido toda esa información y a sabiendas de que íbamos para Honda particularmente y de que Elizabeth había hecho tantos registros en esa zona, dijimos: “Tenemos que hacer una expedición en una localidad similar de esa región en la que la que ella estuvo”. Empezamos a organizarla y en el transcurso decidimos que la íbamos a hacer 100 % mujeres, como una forma de homenajear todo ese legado olvidado de Elizabeth Kerr, pero también para resaltar el trabajo en campo realizado en el pasado y en el presente por todas las mujeres biólogas y científicas en el país.

En total se vincularon ocho ornitólogas: Natalia Ocampo Peñuela (líder de la expedición), Juliana Soto Patiño (coordinadora expediciones), Katherine Certuche Cubillos (ornitóloga tolimense), Jessica Díaz Cárdenas (ornitóloga de la expedición), Daniela Garzón Lozano (ornitóloga tolimense), Estefanía Guzmán Moreno (ornitóloga tolimense), Nelsy Niño Rodríguez (líder social de las expediciones) y Natalia Pérez Amaya (ornitóloga de la expedición).

—De esa alianza y esa primera visita de campo quisimos seguir investigando, y lo hicimos, pero de manera más organizada y sistemática para poder planear un manuscrito que mucho después resultó en un artículo científico publicado en la revista Ornithological Applications, bajo el título El legado invisible de Elizabeth Kerr, una naturalista de principios del siglo XX, y sus aportes a la ornitología colombiana, con el que pudimos dejar algunas reflexiones sobre el reconocimiento y el legado de las mujeres en la historia colombiana.

¿Quién fue Elizabeth Kerr?

Según el artículo publicado por las investigadoras, “Mrs. Elizabeth Kerr fue una recolectora de aves y mamíferos que viajó por Colombia a principios del siglo XX, cuando las mujeres tenían acceso limitado a la educación ya las expediciones científicas. A pesar de sus notables contribuciones a la ornitología colombiana, incluyendo la recolección del holotipo de una especie nueva para la ciencia (Tinamú del Chocó, o Crypturellus kerriae, según su nombre científico), no es mencionado en los textos sobre la historia de la ornitología en Colombia”.

¿Cuáles fueron sus aportes a la ornitología colombiana?

Con las investigaciones que hicieron, las ornitólogas colombianas descubrieron que “Kerr tuvo dos períodos de recolección de especímenes en Colombia y también contribuyó con algunos especímenes de México y Costa Rica”. El primero sucedió de 1906 a 1907 en el Valle del Magdalena y los Andes Centrales cerca del Tolima, donde recolectó 280 especímenes de 120 especies.

Y el segundo, de 1909 a 1912 en las regiones norte y pacífica de Colombia, donde recolectó 400 especímenes de 200 especies. Las exploraciones de Kerr allí, “y particularmente los especímenes obtenidos de Chocó, siguen siendo una de las pocas investigaciones de la avifauna de este territorio remoto, inaccesible e increíblemente diverso. Sus especímenes incluyen una mirada de especies que son difíciles de observar y fotografiar como tinamús, rapaces, tucanes, hormigueros e incluso el escurridizo y enigmático cuco terrestre (Neomorphus geoffroyi), que tiene muy pocas observaciones en el país”, puede leerse en el estudio.

Las colecciones de Kerr ayudaron a que, por ejemplo, el Chocó Tinamou (Crypturellus kerriae) fuera descrito, igual que el Tangara guttata tolimae (actualmente Ixothraupis guttata tolimae), la Grallaria guatimalensis chocoensis, el Conopophaga castaneiceps chocoensis y el trogón (Trogonurus curucui cupreicauda).

“El legado de Kerr no se limita al descubrimiento científico y un gran número de especímenes. Para nosotras, mujeres ornitólogas, es un modelo a seguir que hemos anhelado y una verdadera inspiración. Fue un ejemplo de mujer que desafió las normas culturales y superó las barreras para la participación femenina en expediciones científicas, ya que recolectó aves en algunas de las regiones y de los bosques más impenetrables de Colombia. Sin embargo, su historia es otro ejemplo de cómo las importantes contribuciones femeninas continúan siendo ignoradas cuando se escribe la historia de los descubrimientos científicos por eso quisimos contar su historia”, concluyeron las investigadoras.

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