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En Alemania son casi las 4:00 de la tarde. David Díaz Oviedo está sentado en su puesto de trabajo y enciende la cámara del computador: en la pantalla aparece una sonrisa amplia y generosa que deja ver unos dientes alineados. David es un científico colombiano, de 31 años, que hace parte del equipo de investigadores de Benjamin List, el nuevo Nobel de Química.
Nació en Fusagasugá, Cundinamarca. Cuando tenía un año, su padre Rubén Díaz y su madre Patricia Oviedo decidieron irse a vivir a Bogotá, allá estudió Química en la Universidad Nacional. Desde hace cuatro años vive en Mülheim y es la primera vez que está lejos de su familia: los separa 8.966 kilómetros de distancia.
En el Instituto Max Planck de Investigación del Carbón, Díaz adelanta su doctorado e investiga cómo optimizar procesos químicos que se pueden aplicar en la industria, es decir, que permitan ser más eficientes en términos de energía, producir menos desechos o reducir los tiempos.
—Cualquiera no tiene la dicha de decir que el tutor del doctorado y jefe es el reciente ganador del Nobel de Química—, le digo al otro lado de la pantalla.
—Trabajar con Benjamin es una alegría enorme porque uno como científico piensa que es como un sueño, que parece inalcanzable, pero cuando ocurre es difícil de creer al inicio, luego se va asimilando. En lo profesional es bastante bueno, es una forma de confirmar que uno está en un lugar de alto nivel y que lo que hace de cierta manera contribuye a la ciencia.
El pasado 6 de octubre, cuando anunciaron que List era el Nobel de Química, en el instituto se vivieron horas de euforia: hubo aplausos, cerveza y champaña. David y sus 39 compañeros organizaron una fiesta contrarreloj antes de que Benjamin llegara, estaba de viaje en Holanda.
—¿Por qué Benjamin es tan importante en el mundo de la química?
—Con los descubrimientos que él hizo abrió un nuevo campo de la catálisis, es decir, estrategias para acelerar y optimizar reacciones químicas; fue uno de los creadores de un nuevo campo en esta catálisis que es más amigable con el medio ambiente y que al final tiene implicaciones grandes en la industria.
—Cuando usted estudiaba en la Nacional leía los artículos de Benjamin, ahora trabajan juntos, ¿qué significa eso para usted?
—No era mi propósito de vida, pero es bonito cuando uno se da cuenta que esos nombres grandes existen y son personas, y que uno tiene el potencial para trabajar con ellos, que se es capaz, que uno tiene lo que se necesita para lograrlo.
—¿Y cómo es él de jefe?
—No es el típico que da órdenes todo el tiempo, lo hace cuando es necesario, a veces también nos integra como grupo, organiza paseos y cenas grandes donde todos cocinamos, algunas tardes le da por pedir pizza para sentarnos a comer y a conversar.
La última vez que David visitó Colombia fue hace tres años. Y muchas son las cosas que extraña desde entonces: estar con la familia y los amigos; el clima, y más porque allá está comenzando el otoño y se siente el frío, lo que quiere decir que se acerca el invierno. Extraña la comida, hay días en los que le llega el antojo de comer una bandeja paisa, arroz atollado o arequipe. También, dice, extraña hablar español.
—Hay cosas que por más que uno hable inglés a veces no las puede expresar bien, como que a uno le faltan las palabras. En el trabajo hablo inglés, hay gente de todo el mundo, pero fuera del instituto, cuando voy de compras, por ejemplo, me toca comunicarme en alemán.
Cuenta que la pandemia le ha “pegado duro”, y más por estar lejos de la familia. El año pasado, sobre todo, había días en los que le llegaba la impotencia por no saber si estaban bien o cómo los podía ayudar desde la distancia. Para sentirse más cerca habla por Zoom con sus padres, hermano, la abuela, los tíos, con todos, cada ocho días, los domingos. Esto se convirtió en una tradición en los Díaz Oviedo.
—Una anécdota que le haya ocurrido durante estos cuatro años en Alemania...
—En Bogotá siempre me consideré súper malo bailando, pero aquí llegué, hice un pasito ahí de merengue y la gente se asombraba, decían mira llegó el latino, míralo cómo baila, es un trompo, entonces todo es relativo, aquí digamos entonces que soy súper bueno bailando—dice este hincha del Santa Fe.
—¿Un científico diferente entonces, muy extrovertido?
—Muchas veces la gente se imagina que un científico es una persona abstraída, silenciosa y solo leyendo todo el tiempo, sin habilidades sociales. Me lo dicen muchas veces, tenemos fama de ser amargados e incapaces de tener amigos y salir de fiesta, y pues no, uno es una persona común y corriente—, contesta Díaz y después de ríe.
El mundo de la química es amplio, pero lo que hace David es química orgánica, la que se encarga de estudiar las reacciones y sustancias en los seres vivos, animales, plásticos, alimentos, plantas. Con sus fórmulas y procesos intenta descubrir cómo se comportan esas sustancias, cómo se pueden aprovechar para obtener nuevos compuestos farmacéuticos y materiales.
Díaz aún no tiene claro si regresará a vivir a Bogotá o se quedará en Alemania. Sin embargo, ya planea visitar a su familia en febrero o marzo y por fin calmar ese antojo de comer arroz atollado y arequip.e