Tener en el Aburrá cerca del 20 por ciento de las especies de aves del país -incluidas las migratorias frecuentes- es un privilegio que justifica hacer el Festival de Aves de Medellín, que desde hoy y hasta el sábado se cumple por tercera ocasión.
La ciudad se posiciona como capital de las aves, un objetivo de la Sociedad Antioqueña de Ornitología (SAO).
La programación incluye salidas de avistamiento, conferencias, actividades para niños, presentaciones artísticas y la premiación del concurso de fotografía. El lema de este año es Naturaleza Urbana, Ciencia Ciudadana.
Para Natalia Fajardo, directora ejecutiva de la SAO, la idea sigue siendo “crear un espacio que se convierta en tradición anual, donde aficionados, expertos, y personas que apenas empiezan a enamorarse de las aves, se reúnan y compartan intereses e información. Este año le hemos dado un enfoque muy amplio, haciendo salidas de avistamiento en sitios como Villa Hermosa y Altavista, animando a los vecinos a participar”.
Las aves, así, van ganando espacio en la ciudad y en el país. “Cada año se ve un aumento en el interés por conocerlas y cuidarlas. Un ejemplo es que ya muchas ciudades están realizando festivales de aves. También está creciendo la industria del aviturismo, que se perfila como una alternativa económica que, bien hecha, puede ofrecer grandes beneficios sociales y ambientales”. Además “se percibe una reducción en la costumbre de enjaularlas o matarlas con caucheras. En el festival, niños del Grupo de Observadores de Aves de Ebéjico contarán cómo han cambiado la cauchera por binóculos y lápices”.
Para Ana María Castaño, presidenta, “hemos logrado generar conciencia de la alta diversidad de aves con las que cohabitamos. Hemos generado apropiación de los ciudadanos y vinculación de muchas entidades públicas y privadas que ven el potencial de Medellín como sitio para el disfrute de muchas especies. También hemos llegado a comunidades barriales que son un apoyo fundamental en el festival”.
Natalia llama la atención para mejorar el ambiente para las aves, no enjaularlas es lo primero. “Ellas tienen alas porque su naturaleza es volar, para buscar su propia comida, hacer sus nidos, encontrar su vivienda”. Por otro lado, dice, pueden chocarse contra ventanas que generan reflejo, ya sea porque ven el reflejo de paisaje (como nubes y árboles) o porque se ven a sí mismas y piensan que es un intruso. Una forma de reducir estas colisiones es poner adhesivos que hagan visible la ventana.
Y tener corredores biológicos con amplia conectividad (que provea rutas de descanso y albergue para aves residentes y migratorias).
En las pajareadas “esperamos encontrar aves carismáticas como el barranquero (Momotus equatorialis), cuco ardilla (Piaya cayana), tucanete esmeralda (Aulacorhynchus prasinus), y torito cabecirrojo (Ebucco bourcierii)”.