Los problemas con el operador que presta el servicio de alimentación en la cárcel Pedregal viene desde hace años, pero se agudizó en las últimas semanas, tras sanción por parte de la Secretaría de Salud de Medellín al contratista por múltiples fallos en el servicio que le obligó a cerrar la cocina del centro penitenciario y desde hace casi un mes los 3.500 reclusos, hombres y mujeres, están pasando hambre.
Es tal la gravedad de la situación, que según cuenta Luisa Botero, reclusa del pabellón 22, hay compañeras que, por la gastritis, ya están vomitando sangre. Además la falta de alimentación ha complicado la situación médica de reclusas con enfermedades como cáncer, diabetes, hipertensión y VIH.
Ante esto, el Inpec decidió aceptar una solicitud para que los familiares puedan llevarle a los reclusos comida casera y alimentos no perecederos para que puedan mitigar la situación al interior de la prisión.