Por Sandra López Loaiza
La educación entre los cero y seis años —lo que llaman la primera infancia— va más allá de normas de comportamiento, pues es en estos años cuando se desarrolla el cerebro, la capacidad de comunicación, de relación y se descubre el mundo por la experiencia, lo que permite, a su vez, el desarrollo de los sentidos.
¿Es entonces una labor exclusiva de los profesores de la guardería o el preescolar la formación de los menores? Para nada. Según la psicóloga Luz Amparo Salazar, desde el nacimiento los padres deben procurar que los niños tengan condiciones de nutrición favorables para afrontar la vida.
“La leche materna, por ejemplo, no puede faltar, aunque hay madres que no pueden lactar a sus bebés, en ese caso es necesario buscar un pediatra para que formule el mejor suplemento. Una buena primera infancia empieza en la alimentación”.
Pero además, dice Salazar, hay que tener en cuenta los juegos: “Los niños se divierten más con utensilios de cocina como las ollas y las cocas que con sus propios juguetes, es bueno disponer esos elementos para que ellos interactúen con el mundo, aunque no dejándolos solos”. Para la experta, las nuevas tecnologías no son un riesgo, pues hacen parte del entorno y los menores van a crecer con ellas, sin embargo es necesario tener horarios y control, pues no se pueden convertir en una barrera con el mundo.
Unicef va mucho más allá del hogar y plantea que la preparación que en casa da a la primera infancia debe desembocar en la educación escolar, pues un niño que no ha sido bien alimentado y estimulado tendrá un mal desempeño en la escuela y no desarrollará su potencial.
“Las consecuencias de esto no se limitan a las vidas individuales de esos niños y niñas, sino que afectan a familias, comunidades y naciones. Si en los primeros años de vida un niño recibe el mejor comienzo, probablemente crecerá sano, desarrollará capacidades verbales y de aprendizaje, asistirá a la escuela y llevará una vida productiva y gratificante”.
Para el pediatra Juan Enrique Ángel son vitales las disciplinas: cuando un niño reconoce la autoridad sabe hacia donde debe caminar, así que se deben imponer horarios de alimentación, proporcionar comidas sanas, disponer juegos que les permita afinar la motricidad gruesa y fina, pensar y razonar, “dar dulces y dejarlos jugar con el celular es algo que se debe permitir con mesura, pues muchos niños comen dulces y dejan la comida de sal, y otros sólo quieren estar prendados del celular”.