Una mujer yace fragmentada en 108 partes. Faltan 11 de ellas, son espacios vacíos que brillan en la noche. Así es Vacío Presente, la obra más reciente de Danilo Cuadros, en la que el cuerpo femenino se convierte en símbolo del país herido y de su lenta reconstrucción.
Concebida para conmemorar los 40 años del Holocausto del Palacio de Justicia, la instalación fue inaugurada hace unos días en Parques del Río y está compuesta por dos esculturas: una mujer tendida, ultrajada, y otra que se levanta erguida, con la Constitución de 1991 entre las manos. Ambas dialogan desde la ausencia y la luz: la caída y la resistencia, la memoria y la esperanza.
Según comentó su autor en entrevista con EL COLOMBIANO, retoma las alegorías clásicas de Temis, la Piedad y la Madre Patria para darles un sentido político y contemporáneo. Su propuesta no ilustra la tragedia: la encarna.
Dos cuerpos, una historia de dolor y esperanza
¿Cómo surgió la idea de representar el Palacio de Justicia a través de una mujer segmentada en 108 partes con 11 fragmentos ausentes?
“Mi trabajo siempre ha girado en torno a la figura humana, sobre todo masculina. Pero cuando me invitaron a este proyecto, encontré una serie de referencias femeninas muy potentes. Era la primera vez que hablaba desde lo femenino, que para mí es hablar de la madre, de la justicia, de la patria, de la esperanza.
Me encontré con tres referencias claves: La piedad de Miguel Ángel; Temis, la diosa de la justicia, y Fanny González, la primera magistrada de la Corte Suprema, asesinada durante el Holocausto de Palacio.
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Tomé como punto de partida las 108 víctimas registradas, aunque se sabe que la cifra real puede ser mayor. De ahí surge la mujer tendida: una figura ultrajada, agredida, marcada por una retícula que simboliza la medición del territorio y de la memoria. Los 11 fragmentos ausentes representan a las personas desaparecidas y en la noche esos vacíos emiten luz, como una presencia que no está, pero sigue alumbrando”.
¿Qué significa que esa figura femenina esté tendida, fragmentada?
“Esa mujer no descansa. Está rendida ante una verdad insoportable. Su cuerpo está trazado con líneas, como una geografía de ausencias. Reposa sobre archivos y documentos, que fueron la causa y la sombra de su letargo. Es una figura que no busca imponer una respuesta, sino abrir preguntas sobre lo que nos pasó como país y sobre cómo se quebró la justicia en aquel momento”.
Después aparece la figura erguida, ¿cómo nace esa segunda pieza?
“Cuando presenté la propuesta, el presidente de la Corte Suprema, el magistrado Octavio Tejeiro, me dijo algo que me marcó: la justicia no puede quedar solo tendida. Y me gustó mucho esa idea porque ahí nació la misma mujer, pero en otro momento. La mujer erguida, ya no ultrajada, sino dignificada.
Es la misma figura, pero transformada. Lleva una toga inspirada en la de los magistrados, que simboliza la justicia reconstruida. Su cuerpo conserva las cuadrículas como cicatrices, huellas de lo que fue. En su mano sostiene la Constitución de 1991, de la que emana una luz que, en la noche, baña a quienes se acercan. Es la horizontal y la vertical: el duelo y la esperanza”.
¿Cómo dialogan esas dos mujeres entre sí?
“Una representa la herida y la otra, la posibilidad de sanar. Es la misma madre que cae y se levanta. La horizontal muestra la fragilidad de la democracia; la vertical, la necesidad de sostenerla. Están en conversación constante y no hay una sin la otra. Juntas hablan del país que fuimos y del que queremos seguir construyendo”.
¿Cuál fue su intención al abordar un hecho tan doloroso desde la escultura?
“Quise hacerlo desde una mirada neutral, como ciudadano. Sabemos lo que hizo la guerrilla, pero también lo que hizo el Estado. En esa retoma perdimos todos: el M-19, el Ejército y los colombianos. Por eso busqué hablar con ternura, no desde el juicio, sino desde la sensibilidad. Vacío Presente no pretende señalar culpables, sino recordarnos que la democracia es frágil y que el olvido también destruye”.
La obra retoma la figura de la primera mujer magistrada de la Corte Suprema, Fanny González, y su frase “Muero, pero no me doblego”.
¿Cómo se refleja esa dignidad en la escultura erguida?
“Esa frase me conmovió profundamente. La figura erguida encarna esa fortaleza moral que ella representa. Aunque no tiene ojos ni boca, porque no mira ni habla, sostiene. No impone, cuida. En su gesto hay serenidad, no poder. La luz que sale del libro que lleva en el brazo simboliza la sabiduría, la ética, la palabra escrita que guía. En la noche, esa luz se proyecta sobre el público, como si la justicia iluminara de nuevo”.
¿Tuvo contacto con sobrevivientes o familiares de las víctimas?
¿Cómo se relaciona su obra con otras expresiones artísticas sobre el Palacio de Justicia?
“Durante la investigación revisé varios homenajes en Bogotá y Medellín, pero muchos me parecieron muy literales. Yo prefiero partir de cero, desde la experiencia sensible. Me interesa decir las cosas de otras maneras, con otros símbolos. En Vacío Presente, la mujer reposa sobre una pila de archivos: los papeles que provocaron la toma y la retoma. Esa relación entre la justicia y el peso de la historia me pareció más poderosa que repetir el dolor de forma explícita”.
¿Dónde podrá verse la obra y qué destino tendrá?
“La obra está instalada en Parques del Río, en Medellín. Es parte del patrimonio público: un regalo de la Alcaldía de Medellín a la Corte Suprema y a la ciudad. Más que un monumento, es un recordatorio de que la fortaleza de la democracia está en nuestras manos. No podemos olvidar que la justicia y la memoria se sostienen solo si aprendemos a cuidarlas”.